En Mi tía Gilma hay poco espacio para la esperanza. El primer largometraje de ficción de Alexandra Henao muestra un país deteriorado no solo por la situación extrema de escasez, crisis económica y violencia; la decadencia es tal que puede destruir la inocencia de una adolescente como Isabel (Maryale Benites) o robarle la tranquilidad de la vejez a una mujer como Gilma (Diana Peñalver).

Proyectada en el vigésimo Festival del Cine Venezolano, en Margarita, el filme cuenta la historia de Gilma, tía de Isabel, que termina en un hospital por las palizas que le da su pareja, Rafael (Luis Domingo González), un militar que se aprovecha de su rango para imponerse en cualquier espacio en el que se mueve. Con este centro de salud en el medio de la narración, la película aborda temas como la violencia de Estado, la violencia de género o la pérdida de la inocencia, y termina planteando, sin ser propagandística, una visión pesimista de la actualidad venezolana.

Gilma es una mujer de 55 años de edad, coqueta y divertida, que a pesar de su circunstancia habitualmente está sonriendo y sueña con que su sobrina, callada y colaboradora, se vaya del país con su mamá, Yolanda, a quien Isabel no tiene en gran estima. Con este escenario el filme muestra distintos contrastes de la sociedad que reflejan las desigualdades, carencias y la represión que la caracterizan.

Entre ellos se pueden mencionar el momento en que Rafael, desde su posición de militar, ve con molestia una protesta ciudadana, o las diferencias entre Gilma y su compañera de habitación, una joven con VIH que acaba de tener un bebé. En un contexto así, Isabel, que está prácticamente sola, tiene que hacerse cargo de su tía, de su casa y del perro de Gilma. Su desarrollo se ve trastocado por una situación incontrolable que afecta, como refleja el filme, desde los hospitales hasta los colegios públicos.

Henao explicó que Mi tía Gilma surgió de varias historias personales y otras que tenían a familiares o amigos como protagonistas. «Creo que todos tenemos familiares en la diáspora. Conozco muchos casos de familias fragmentadas y también soy testigo de amigos que han padecido la inoperatividad de los hospitales públicos», dijo.

Señaló que varias de las imágenes documentales de la película fueron filmadas en las marchas de febrero de 2019, un contexto que aprovechó para la historia. «Luego vinieron los larguísimos y grandes apagones de marzo que sumé a la trama. Porque de eso habla la película: de la violencia de Estado que se ve en las protestas, la falta de mantenimiento en los hospitales, la falta de agua y pare de contar».

Por otro lado, Henao explicó que la violenia de género y la violencia de Estado se muestran de manera simultánea porque considera que ambas son los cánceres que afectan a las mujeres, niñas y adolescentes del país y todos sus ciudadanos. «Son historias paralelas muy complementadas».

Henao ya había dirigido antes trabajos como el cortometraje Cunaro o el documental Kuyujani envenenado, pero Mi tía Gilma es el primer largometraje que dirige. La cineasta es también una destacada directora de fotografía que ha trabajado en filmes como Dirección opuesta o Azul y no tan rosa.

Explicó que cuando dirige lo hace porque tiene la motivación de decir algo porque, subrayó, realizar una película, desde su guion hasta su posproducción, requiere un gran esfuerzo. «El director tiene que transcurrir un trayecto largo lleno de altibajos. Como dice Guillermo del Toro, el director tiene que ser boxeador y poeta al mismo tiempo».


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!