Obviamente la mayor porción de la superficie de los 2149 690 de km² de Arabia Saudita es desierto. Quizá no se vuelva “verde” desde la perspectiva ambiental con árboles y pasturas, pero sí está dando los pasos necesarios para ser un país con negocios en energía verde.

Sabemos que en este momento es el mayor productor de petróleo (producción y refinación: más de 10 millones de barriles de petróleo/día). Esa riqueza natural le permitió acumular una inimaginable riqueza en dinero (en dólares) que utiliza en una cantidad variable de portafolios de inversión

Los árabes siempre fueron previsores. Supieron que la riqueza del petróleo mal invertida es despilfarro, como el caso de Venezuela. En Arabia entendieron que la bendición de los ingresos del petróleo había que multiplicarlos diversificando inversiones en otro tipo de negocios que les garanticen rentabilidades para cuando el petróleo ya no sea importante o no haya en los volúmenes que existe hoy. Aunque para ello falta aún unas décadas los árabes invirtieron en un “Fondo Soberano” (Public Investment Fund PIF), que a la fecha tiene más de 7.700 millones de dólares en acciones y participaciones en compañías como Boeing, Facebook, Disney, Marriott y Starbucks, o en bancos norteamericanos como Citigroup y Bank of America.

Pandemia y todos los árabes están invirtiendo en otro tipo de negocios que ya no tienen que ver, necesariamente, con el petróleo.

Ahora están en “la onda verde”. Significa que están pensando, proyectando e invirtiendo en energía renovable. Y adicionalmente viendo más allá de la solar y eólica: están diseñando negocios en hidrógeno.

Solo como ejemplo: las petroleras Chevron y ExxonMobil serán socias en una planta de producción de hidrógeno verde (analistas estiman que costará más de 5.000 millones de dólares) y estará impulsada completamente por el sol y el viento cuando se inaugure en la megaciudad de Neom en 2025.

Hablemos de Neom: es otro ejemplo del compromiso del reino de Arabia con la energía verde (solar y eólica) y es que recientemente el príncipe heredero de Arabia Saudita presentó, en conferencia de prensa, la próxima construcción de Neom, una “ciudad inteligente” y “cero emisiones” de carbono. Proyecto que tomará algo más de 500.000 millones de dólares en inversiones. Es una ciudad que se extiende linealmente, de acuerdo con el proyecto, por 170 kilómetros -por eso se la conoce como «The Line«- con capacidad de albergar 1 millón de residentes en desarrollos urbanos que sean eficientes energéticamente y cero uso de petróleo o derivados. Es más grande que Bélgica, además de ser “verde” será la más moderna del mundo y paradigma de ciudad enteramente movida por renovables.

Un tercer ejemplo que los petroleros árabes no están perdiendo ni tiempo ni dinero ni están con mentalidad altamente fosilizada es que van a por el negocio del hidrógeno.

Del hidrógeno “verde” hemos conversado en anteriores columnas, sus ventajas de producción y sus costes de momento en estudio en tanto avance la tecnología.

Estos tipos s toman en serio la transición energética, mientras muchos en Latinoamérica aún desconfían o son reacios a políticas en renovables.

Arabia Saudita tiene como objetivo convertirse en el mayor proveedor mundial de hidrógeno.

Aunque hay varios proyectos -el más destacado de ellos por Bloomberg– es el de la planta de 5.000 millones de dólares que será capaz de crear combustible de hidrógeno para la exportación, en Neom bajo el esquema de método de electrólisis: agua del mar (H2O) y separar sus partículas en hidrógeno por un lado (H2) y oxígeno por el otro (O2), en una planta totalmente operada por energías renovables.

Bueno, así marcha el reino de Arabia Saudita, pensando en el futuro: en construir esa moderna ciudad de 170 kilómetros lineales, donde la gente viva con energía limpia.

América Latina realmente está fuera de todo. Estamos muy atrasados. Una pena.


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