No hay nada más errático que las decisiones de un político que se siente perdedor. El instinto lo empuja a resistir las fuertes oleadas de rechazo y mientras más bracea para mantenerse a flote, más se desespera. Es natural que después de 12 años de meter al país en un hoyo, sean pocos  los que crean que el presidente pueda ser portador de soluciones. Y aunque todo puede acontecer en política, mientras contenga algún halo humano, la posibilidad de salir del hoyo requeriría que Maduro deje de ser el minotauro que convirtió al país en un laberinto de calamidades y fracasos.

A tan solo pocas semanas para que se lleven a cabo las elecciones presidenciales del 28 de julio, es momento preciso para dedicar la mayoría del tiempo a los ajustes que son necesarios hacer en los centros electorales, el padrón electoral y en general con todo aquello que tenga alguna relación con este tema. Todo debe estar totalmente cubierto porque de estos pormenores depende en buena medida la victoria del 28 de julio.

No hay ni remotamente dudas de que los sectores democráticos tienen prácticamente el triunfo garantizado. No se diga que esto es triunfalismo; lo que no es fatalismo, es optimismo racional. Dos muestras de dos empresas encuestadoras de gran prestigio confirman lo que aquí alegamos: 1. La empresa Meganálisis presenta los siguientes resultados: Edmundo González: 61,1%, Nicolás Maduro: 9,8% y la suma del resto de los otros 9 candidatos sólo acumulan 4,3%. En conclusión, Edmundo lleva una ventaja seis veces mayor a Nicolás Maduro. 2. El Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, con el profesor Benigno Alarcón al frente, proyecta que González Urrutia podría obtener cerca de 7 millones de votos en el peor de los casos, mientras que Nicolás Maduro no superaría los 4,1 millones en el mejor de los casos. Finalmente, esto lo corroboran las pruebas sociales, es decir, los comentarios que usted escucha en cualquier espacio público o privado donde se encuentre. Sin embargo, es imprescindible, siempre dentro de un plan de trabajo estratégico, que se establezca un criterio de prioridades fundamentales: la unidad, las mejoras económicas para los trabajadores, la organización, los planes y proyectos para reflotar la atención médica, la salud, la educación, la seguridad personal y jurídica, y todos esos cocteles de necesidades que están presentes en cualquier sociedad, en cualquier lugar del planeta.

Dados todos estos elementos de manera ligera, nos falta tocar, acentuar, subrayar, la importancia primaria como lo es el “resguardo del voto” en los centros de votación (CV); para ello van algunas  sugerencias: Tener presente el acompañamiento electoral que se refiere a la presencia de observadores durante el proceso para brindar apoyo y asesoramiento a las autoridades electorales y a los actores involucrados con el propósito de fortalecer la transparencia, la imparcialidad y la integridad del proceso electoral. Que el proceso electoral se lleve a cabo de manera libre, justa y transparente, identificando posibles irregularidades y emitiendo informes sobre el desarrollo de las elecciones. Verificar que se respeten los procedimientos electorales, que no haya irregularidades y que se garantice el derecho al voto de los ciudadanos. Seguir de cerca el proceso de conteo de votos para asegurarse de que se realice de manera transparente y que los resultados sean precisos.

Para poner punto final es de suprema importancia que una vez que cumplamos con nuestro deber de votar nos mantengamos frente a esos CV con la idea de apoyar a nuestros compatriotas miembros de mesa y testigos, que están haciendo su trabajo de defender nuestros votos. Que en ningún momento ellos se sientan solos. Por otra parte, no olvidemos que el Plan República no tiene injerencia en el desarrollo del proceso electoral que no sea el resguardo del orden y seguridad durante los comicios, única y exclusivamente.

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