Nos hemos topado con interrogantes sobre nuestra conexión con lo divino sean jóvenes en la consulta o con pacientes en terapia intensiva…

La conexión divina: ¿Realmente fuimos creados a semejanza de Dios?

Estas incógnitas tienen que ver con el Universo, con Dios o con algún creador, y sobre cómo las creencias religiosas pueden transformar la percepción y concepción de nuestra vida y de quiénes somos. Una de las preguntas más comunes es si ¿hay vida después de esta? Otras son ¿si existe alguna deidad? o, ¿si fuimos creados todos iguales? Todos hemos escuchado —en particular entre los seguidores de los credos abrahámicos— la afirmación bíblica de que fuimos “creados a imagen y semejanza de Dios”. Esto, en muchas tradiciones, significa que compartimos una esencia divina o fuimos creados por una deidad.

El caso de Raquel

Raquel es una joven adulta que acude a consulta por dudas existenciales en relación a sus creencias. Esta fue su consulta:

Raquel: Hola, doctor. He estado teniendo muchas dudas últimamente. Me pregunto ¿si existe un creador? Esto me está generando mucha preocupación y, a veces, hasta angustia… ¿si Dios existe por qué tantas injusticias y desigualdad?…

Psicólogo: Entiendo. Las dudas existenciales son muy comunes y pueden en ocasiones causar inquietud. ¿Te gustaría contarme un poco más sobre qué específicamente te preocupa acerca de la existencia de un creador?

Raquel: Bueno, he crecido en una familia creyente, pero a medida que he ido aprendiendo más sobre ciencia y el universo, me resulta difícil conciliar esas creencias con lo que sé. Me preocupa estar equivocada y eso me causa incertidumbre y en las noches desvelos.

Psicólogo: Es totalmente normal cuestionarse las creencias. La ciencia y la espiritualidad pueden parecer conflictivas a veces, pero cada vez más se encuentran formas de integrarlas en una sola visión. ¿Qué aspectos te resultan más difíciles de conciliar?

Raquel: Creo que es la idea de que si no hay un creador, entonces no hay un propósito mayor en la vida. Eso me asusta. Me hace pensar como si todo fuera caótico y sin sentido. ¿Cómo puedo manejar esta incertidumbre? A veces, me siento muy ansiosa por no tener respuestas definitivas…

El caso de Gisela

Se trata de una persona mayor que se encuentra en la sala de terapia intensiva y padece una enfermedad avanzada y crítica.

Psicóloga: Buenos días. ¿Cómo se encuentra hoy?

Gisela: Buenos días, doctora. He estado sintiendo mucha angustia últimamente. Me preocupa mucho lo que vaya a pasar cuando deje esta vida. A veces, me resulta abrumador.

Psicóloga: Es natural tener esas preocupaciones. La idea de lo que sucede después de la vida es una de las grandes preguntas de la humanidad. ¿Ha pensado mucho en esto últimamente?

Gisela: Sí, mucho. Me asusta no saber qué va a pasar y si habrá algo después de esta vida.

Psicóloga: Las personas tienen diferentes creencias sobre lo que sucede después de la vida, basadas en su religión, filosofía personal o experiencias. ¿Sigue alguna creencia específica o que le reconforte?

Gisela: Bueno, crecí en una familia religiosa y siempre me enseñaron que uno resucita después de la muerte, pero ahora, con todo lo que he visto y vivido, me cuesta aferrarme a esa idea…

La existencia de un Creador

La ciencia nos ofrece un respaldo sólido para esta visión. Estudios en física cuántica muestran que el Cosmos es una red interconectada de átomos, partículas o “cuerdas”. Igualmente, nuestra conciencia, como todo cuanto existe, es una parte integral del Universo. La neurociencia nos enseña que nuestras mentes pueden adaptarse a nuevas formas de pensar y ser. Por lo que, al abrazar nuestra identidad como seres universales, también podemos transformar nuestras actitudes y comportamientos en relación a la existencia de un Dios. Asimismo, este Supremo Ser —si somos semejantes a él— estaría conformado igual, es decir, por átomos y además por todo lo existente en el infinito cosmos, incluyendo e integrando a todas las conciencias existentes en el Universo, o Suprema Conciencia.

¿Quién es el Universo?

Si seguimos la analogía con el Universo, y tomamos como cierto que la Divina Providencia o Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza, y si nosotros, los humanos, tenemos conciencia, es natural que pensemos que el Universo también tendría que poseer una conciencia propia, una Conciencia Universal, la conciencia de Dios, dado que los humanos somos una réplica semejante del Universo, en pequeño.

Si un Ser Supremo creó vida, fue toda la vida, todos los seres vivientes de la totalidad del Cosmos. Si creó planetas, lo hizo en todo el Universo. Deben existir infinitos planetas e infinitas formas de vida… y en cada planeta y en cada forma de vida existe una conexión con esa Conciencia Universal, la conciencia de Dios.

El concepto se encuentra en varias tradiciones religiosas y escrituras sagradas. Este se conoce como «omnipresencia». Aquí hay algunas referencias de diferentes religiones donde aparece esta idea:

En la Biblia, —Cristianismo y Judaísmo— el concepto de la omnipresencia de Dios se menciona en varios versículos. Igual en la filosofía y teología cristiana, el concepto de la omnipresencia de Dios ha sido ampliamente discutido y es una creencia fundamental. Teólogos como Tomás de Aquino han argumentado que Dios, siendo infinito, no está limitado por el espacio y, por lo tanto, está presente en todas partes.

En el Hinduismo, especialmente en textos como el Bhagavad-gita, se menciona que Dios está presente en todo: «Por Mí, en Mi forma no manifestada, todo este universo está impregnado. Todos los seres están en Mí». (BG,9.4)

En el Corán —Islam— también se menciona la omnipresencia de Dios (Alá): «A Alá pertenecen el oriente y el occidente; así que, donde quiera que os volváis, allí está la faz de Alá. Alá es Omnipresente, Omnisciente.»

El Creador, por definición, tiene que estar en todas las partes porque es omnipresente. Pero es algo más que la suma de todas las partes del Universo, porque tiene además una propia conciencia, se expresa en todo el Universo, y podemos encontrar su infinita conciencia, seamos humanos o seres diferentes de otros confines del cosmos. Deberíamos en lugar de preguntar ¿»qué» es el Universo?, lo correcto sería indagar ¿»quién» es el Universo”? Recordemos que si Dios está en todas las partes, están incluidos nuestra conciencia y nuestro cuerpo humano. Por lo que Dios está en cada átomo que nos conforma. Por ello, Dios está dentro de nosotros. Y por la misma creencia cada uno de nosotros también estaríamos dentro de Él. Estamos dentro del Universo y el Universo dentro de nosotros. De manera que Dios está en nuestra conciencia y nosotros —aunque infinitamente pequeña— dentro de la de Él.

¿Vida antes y después de la Vida?

Sabemos que el cuerpo humano queda en la tierra al cambiar de vida. Pero ¿adónde va la conciencia de esa persona? Hasta en el siglo XX, y parte del XIX, las ciencias de la conducta han ubicado a la conciencia en alguna parte específica del cerebro. El problema es que distintos estudios, en este siglo XXI, la ubican en distintas partes de este. Algunos neurocientíficos han teorizado que lo que ocurre es que la conciencia tiene distintos aspectos, la conciencia de sí mismo, la conciencia del entorno, la conciencia del tiempo, de los recuerdos, la conciencia del bien y el mal, la conciencia de Dios, entre otros aspectos de ella, y han investigado dónde queda: si es en el cerebro, o si en alguna parte del cuerpo, están ubicadas estas supuestas partes de la conciencia. Además, existe la controversia de qué es exactamente la conciencia. Nosotros cuando hablamos de conciencia nos referimos al todo, a quiénes somos y adónde y en qué tiempo estamos.

Las interrogantes son de dónde venimos al nacer y adónde vamos en la otra vida, de nuestra conciencia individual y de nuestra conciencia colectiva, de nuestra conciencia propia, de nuestra conciencia con la humanidad y de una conciencia mancomunada con la Conciencia Universal, o de Dios.

Los átomos en el cuerpo humano

Cada átomo que existe en las personas proviene de afuera del cuerpo humano. Vienen del cuerpo materno a través de la placenta, y luego de nacer entran a nuestro cuerpo con los alimentos, por la respiración y por las bebidas. Casi 99% del cuerpo humano lo conforman seis elementos: oxígeno, carbono, hidrógeno, nitrógeno, calcio y fósforo. Potasio, azufre, sodio, cloro y magnesio componen otro 0,85%. Los

once elementos son necesarios para la vida. El resto, 0,15%, no son relevantes y varían. El agua (H2O), dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, es el principal componente del ser humano. Se ha establecido un promedio de entre 65% y 70% de agua en el cuerpo, entre personas de ambos sexos y de distintas edades. Los átomos, así como entran, también salen de nuestro cuerpo a través del sistema excretor, como gases, líquidos y sólidos, a lo largo de nuestras vidas. El cuerpo humano contiene aproximadamente 70 multimillones de átomos.

Todos los átomos vinieron hace 4 mil 500 millones de años a la Tierra de otros espacios-tiempos, cuando se conformó el planeta y han existido desde el inicio del Universo hace más de 13 mil millones 800 mil años en el Big Bang. Han constituido millones de especies animales como los dinosaurios, insectos, mamíferos, vidas vegetales, de minerales, cosas, objetos, minerales, e infinitas moléculas. Cada átomo de cada cuerpo humano hoy en día ya existía cuando nació la Tierra hace más de 4.500 millones de años, y seguirán existiendo, cuando dejen el cuerpo humano y se reinstalen los átomos en la Tierra donde les corresponda.

La conciencia

Al igual que los átomos que conforman al ser humano, y que siguen existiendo después de abandonar esta entidad, la conciencia, que no radica en los átomos sino fuera de ellos, también sigue siendo. Nada en el Universo desaparece, solo cambian sus asociaciones. Cada ser humano muy probablemente posee en algún tiempo de su existencia átomos que han conformado animales, ríos o el océano, hace dos o tres mil años. cada uno de nosotros emite átomos al abandonar el cuerpo, de carbono, de oxígeno, de hidrógeno en algunos procesos biológicos de excreción. También «come» átomos en cada comida o al apagar la sed. Y cada átomo sigue existiendo y busca su forma original al abandonar el cuerpo.

Distintas creencias señalan que lo que denominamos conciencia existe, pero le llaman “alma” o “espíritu”, y como los átomos, también estas conciencias fueron creadas a la par de ellos. Para la creencia hindú, esa alma incluso reencarna en otro ser viviente. Lo importante es que la mayoría de las credos intuyen que la conciencia sigue viviendo y piensan que existe vida después de la vida humana. En efecto, nosotros coincidimos en la vida posterior para regresar al estado primigenio de la conciencia.

Creemos que la existencia de nuestra conciencia es desde siempre, al igual que los átomos, de las partículas, que nacieron con la creación del Universo. Nuestra conciencia tiene vida propia y coexiste en el Universo desde su creación. En algún momento nuestra conciencia se instaló en el cuerpo humano, donde cohabita con los átomos que lo integran, y luego de esta forma de existencia regresa a su estado natural, nuestro estado de conciencia.

Si pensamos en Jesús de Nazaret vemos cómo su conciencia comparte con los átomos una nueva existencia en el hijo de José, el carpintero, y de su esposa María. Luego crece, se desarrolla, hasta que deja de existir como ser humano, y Jesús vuelve a su estatus de conciencia y asciende a lo que él mismo definió: “Mi reino no es de este, sino de otro mundo”. Cada conciencia ha existido, existe y existirá junto al Universo y su Conciencia Suprema, en todo tiempo y espacio sin importar cuál sea su creencia, religiosa o no. No olvidemos que un escrito de hace más de 2 mil años reseña un hecho, un mensaje que más de mil millones de seres humanos creen y comparten: la resurrección de Jesús de Nazaret. El pergamino “papiro 63” del evangelio cristiano de Juan señala que de acuerdo con la tradición cristiana, Jesús resucitó y ascendió a los cielos. En el capítulo 8, versículo 23, del evangelio de Juan, se lee que Jesús de Nazaret dijo: “Vosotros sois de acá abajo; y yo soy de arriba. En los evangelios según Lucas (24:50-53) y Marcos (16:19), y en Hechos de los apóstoles (1:9-11), se narra la “ascensión” de Jesús a los cielos. Este ser para unos es hijo de Dios, para otros un profeta, y para quienes creemos que el Universo es el Creador, Jesús de Nazaret demuestra que su conciencia de sí mismo es infinita, desde antes, durante

y después que vino a ocupar un cuerpo, o más bien un conglomerado de átomos y partículas hasta que ascendió al Universo, donde sigue existiendo.

Todos podemos pensar en una existencia después de esta vida

Hemos expresado que existe una Conciencia Universal del Creador, eterna e infinita, y que nuestra conciencia forma parte de ella, por lo que tendría que ser igualmente perenne e imperecedera. Así que cuando nuestra conciencia se separa del cuerpo humano no deja de existir. Nuestra conciencia sigue viviendo en otros espacios y tiempos. De hecho, la muerte no existe, porque los átomos y partículas que conforman el cuerpo humano retornan a su estado natural para continuar del mismo modo la vida.

Creación del Universo

La teoría más aceptada por los astrofísicos afirma que el Universo surgió de una gran explosión, el denominado Big Bang. Otros científicos, elaboran teorías de un “universo cíclico” que repetiría principios y finales sucesivamente, tal vez infinitas veces, o de varios e infinitos universos o del multiverso. Si nos atenemos a lo expresado por científicos, podría ser que el Universo fuera infinito y existiría desde siempre; es decir, queda claro que no fue creado, por lo que nadie fuera de él lo creó. Y si se acepta la noción de que hubo un principio, entonces tendría que haberlo creado un Dios o haberse creado a sí mismo. Lo último, nos lleva a la definición de que el Universo sería Dios. Si no fuera infinito y tuviera un punto de partida, entonces tendría sentido el concepto de Stephen Hawking cuando en 2009, en su libro “La teoría del Todo”, expresó que el Universo estaría completamente autocontenido… Afirmando que no hay nada fuera del Universo y que prefería pensar que el Universo se creó a sí mismo, antes de que “alguien” lo creara. Lo que nos hace pensar que Hawking de esta forma abría la posibilidad de la existencia de un “creador”, porque si bien para él no era una deidad que desde afuera creara el Universo, el hecho de que prefería creer que el Universo se hizo a sí mismo indica que el propio Universo podría ser el “creador”, que por antonomasia es el concepto que primero define a Dios.

En consecuencia, nosotros creemos que lo planteado es que el Universo se creó a sí mismo porque el Universo es la suprema divinidad, un ser viviente que contiene toda la vida, toda la materia y todas las conciencias de todo y de cada una de sus partes. Es algo más que la suma de las partes porque posee la suprema conciencia. En cuanto a la pregunta de si nuestra conciencia ha existido, existe y existirá siempre, la respuesta es clara: siempre hemos sido, existido, con conciencia propia desde la creación —si la hubo— y siempre existiremos hasta el final de los tiempos si es que lo hay. Si no cree en Dios, crea en el Universo.

¿Somos todos iguales?

Las religiones dicen que sí. La ciencia también. ¿Qué significa esto en realidad, especialmente cuando miramos más allá de nuestra apariencia física y consideramos nuestra composición más básica? Pensemos lo que dice la ciencia por un momento.

En el nivel más fundamental, todos estamos compuestos de átomos y/o partículas. Estos mismos átomos forman cuanto existe en el Universo, desde las estrellas más lejanas hasta la hierba bajo nuestros pies. En este sentido, no somos diferentes entre nosotros ni de cualquier otro ser en el cosmos. Compartimos lo mismo con todo lo que existe. En esencia, somos análogos a cada ser en todo el Universo el cual también está conformado por partículas atómicas. Esta idea puede sonar abstracta, pero tiene hondas implicaciones cuándo nos vemos a nosotros mismos y a los demás. Si todos compartimos el estar conformados por átomos, entonces las diferencias que vemos a nuestro alrededor son solo superficiales. A pesar de nuestras apariencias, culturas o creencias, somos fundamentalmente iguales.

Ahora, llevemos esto un paso más allá. En la física cuántica, aprendemos que la realidad es mucho más maravillosa de lo que podemos imaginar. Si consideramos que podemos existir en un Universo consciente, ¿no deberíamos ampliar nuestra identidad? No solo somos habitantes de una ciudad, una región o un país. Somos ciudadanos de un planeta y del Universo. Esta perspectiva nos invita a vernos como seres universales. Aceptarlo significa reconocer nuestra conexión con toda la vida en el Cosmos. Esto incluye la vida extraterrestre, que es un tema fascinante y cada vez más plausible de acuerdo a la ciencia. Si existe vida en otros planetas, esos seres también compartirían la misma composición básica de átomos que nosotros. Al entender esto, podemos ver como iguales a todos los seres universales.

Esta visión cósmica tiene un poder transformador junto a una respuesta afirmativa a la pregunta de si hay vida después de esta. Si aceptamos que todos somos parte de una misma esencia universal siempre hemos existido, y existiremos a la par del Universo. Cuando vinimos en conciencia a nuestro organismo, recién nacidos no conocíamos de dónde, y al salir del organismo que habitamos tampoco sabemos adónde vamos.

Al dejar de ser bebes y niños adquirimos buena parte de nuestra conciencia de nosotros mismos aquí, en esta vida, y creemos que al dejar nuestra humanidad seguiremos existiendo. De igual forma que en la Tierra, cuando partamos volveremos a tener conciencia de nosotros mismos en una distinta forma de existencia: como seres universales conscientes, y seguiremos siendo parte consciente del Universo. Como cuerpo, el ser humano no es eterno, pero sus átomos sí lo han sido. han existido desde el big bang, cuando todo se creó. Nuestra conciencia también, y ambos existirán hasta el fin del Universo si llega a suceder.

María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la Felicidad y de ¿Quién es el Universo?


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