El distinguido historiador Elías Pino Iturrieta ha dedicado dos artículos y alguna entrevista a alertar sobre el título del programa de gobierno de María Corina Machado: Venezuela Tierra de Gracia. Su principal preocupación pareciera ser que con esta frase se podría estar reproduciendo el espejismo de que éste es un país bendecido por Dios y la naturaleza, dotado de recursos abundantísimos. Precisamente por esa abundancia, sus habitantes no tendríamos por qué trabajar demasiado, sino simplemente disfrutar de esos cuantiosos bienes, una vez repartidos equitativamente.

Esta idea, que empieza con la visión de exuberantes playas de arenas blancas, la bella mar Caribe azul turquesa y el clima excepcional que encontraron los primeros navegantes europeos que llegaron a Tierra Firme, sería el origen de la idea de que estamos cerca del paraíso terrenal…y de la idea de que, en algún lugar, no muy lejos, se encuentra El Dorado. Y si El Dorado está a la vuelta de la esquina, ¿por qué trabajar? De lo que se trata es de buscar el oro escondido, esperando a ser repartido.

De esa versión colonial extractivista, se pasa a la era petrolera que confirma la noción de un país con recursos ilimitados donde de lo que se trata es de repartirlos, no de trabajarlos. El populismo del siglo XX y el socialismo carnívoro del siglo XXI se encargarán de acentuar la noción de la riqueza inmensa de Venezuela y de que el Estado es el que está llamado a repartirla. ¿Voy bien, Elías?

En resumen, la preocupación de Elías pareciera ser evitarnos caer nuevamente en el mito de El Dorado, en el espejismo de la Venezuela petrolera donde no se requiere trabajar para vivir, sino recibir del Estado lo que sería el derecho de nacimiento de cualquier venezolano: su barrilito de petróleo.

Estimado Elías, estamos de acuerdo. No te preocupes. Te entendemos. El gran drama de Venezuela ha sido la creencia de que la inmensa abundancia del país deber ser repartida. Que el Estado es el llamado a arbitrar esa repartición, y que cuando no llega lo suficiente, o lo esperado, el Estado es el responsable y claramente se lo han robado. Ese fue el gran reproche de la sociedad a los partidos de finales del siglo XX. Esa fue la motivación de muchos para darle paso al chavismo, creyendo en un redentor que terminó siendo más depredador de los recursos públicos y más abusador del mito de la repartición de la riqueza que nadie antes que él. Y así les está yendo. Al destruir la economía privada y la industria petrolera, y bajar las aguas de los precios del barril, se han quedado al desnudo. Tenemos un país destruido por exacerbar la absurda idea de que el Estado puede proveer bienestar, simplemente repartiendo una riqueza que no es tal. Se les acabó la manguangua y se van pronto.

Ahora Elías, permíteme decirte por qué el programa de María Corina se llama Venezuela Tierra de Gracia.

En primer lugar, porque es una frase preciosa, que da cuenta de la belleza inmensa de nuestro país. Este país lo vamos a reconstruir sobre nuevas bases. La más importante de esas bases es la confianza en su bravo pueblo capaz de trabajar duro y parejo, en el que cada uno de nosotros se labre un futuro para sí, para nuestras familias y para hacer de Venezuela nuevamente una gran nación, de la que todos estemos orgullosos. Una nación de gente esforzada, confiada en sí misma, independiente, donde el valor del trabajo honesto sea esencial, en la que el Estado tenga un carácter subsidiario, y no este aparato paquidérmico que se mete hasta en la sopa, literalmente. Estamos a favor de la libertad. Queremos un Estado pequeño, pero eficiente, que garantice igualdad de oportunidades con educación, salud y una economía de mercado ordenada, para que cada venezolano pueda buscar su bienestar con el sudor de su frente, no esperando dádivas, ni Dorados, ni su pedacito de renta petrolera.

Venezuela Tierra de Gracia no es un espejismo, Elías. Venezuela Tierra de Gracia somos cada uno de nosotros.


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