Pío VII | Jacques-Louis David

Por LUIS UGALDE, S.J.

El 9 de octubre de 2021 se cumplirán 105 años del regreso de los jesuitas a Venezuela luego de una ausencia de siglo y medio por expulsión del rey de España. “Si, como me lo asegura son tan buenos, que vengan, pero que no hagan ruido”, dijo Juan Vicente Gómez al delegado apostólico de la Santa Sede Pietropaoli cuando éste le pidió permiso para traer un par de jesuitas para la formación de sacerdotes en el Seminario de Caracas, pobre en número y en recursos. El 9 de octubre de 1916 el jesuita español P. Montoya subía en tren de La Guaira a Caracas.

Siglo y medio antes salía un barco de La Guaira con la decena de jesuitas desterrados de España y de sus dominios por Carlos III (1767) por razones que “guardaba   en   su   real   pecho”.   Aquella   fue   una   operación   de   gran envergadura   de   las   monarquías   borbónicas   asesoradas   por   quienes consideraban que para liberar a la humanidad del oscurantismo había que quitar a la Iglesia su influencia en las conciencias, empezando por los influyentes educadores jesuitas. No descansaron hasta obligar al papa Clemente XIV a suprimir la Compañía de Jesús y tener prisionero en Santangelo a su Superior Religioso P. Ricci. La historia se ha encargado de clarificar los mitos y documentar las intrigas y presiones borbónicas.

Juan Germán Roscio, el gran jurista de nuestra Independencia, dirá que los expulsaron por enseñar el derecho de los pueblos a juzgar el gobierno de sus reyes y destituirlos si no sirven, pues al gobernante la autoridad le viene a través del pueblo. Ciertamente la expulsión de miles de jesuitas fue uno de los agravios de la Corona española a la educación de los americanos y a la defensa y atención de los indígenas, con realizaciones tan asombrosas como las Reducciones del Paraguay, cuyas ruinas hoy son patrimonio de la humanidad.

En 1814 el papa Pío VII restauró la Compañía de Jesús en un clima de reacción y de restauración post napoleónica. Lamentablemente ese clima restaurador y luego las luchas del papado contra la modernidad hicieron que los jesuitas del siglo XIX y primera mitad del siglo XX fueran vistos (muchas veces, no sin razón) como baluartes de la reacción.

Decenas de expulsiones se produjeron en muchos países, algunos tan cercanos como Colombia, Ecuador y España. En Venezuela no hizo falta, pues José Tadeo Monagas en 1848 prohibió la entrada al país de los peligrosos jesuitas de “ambos sexos”. A fines del mes de octubre de 1916 llegó al Seminario el segundo jesuita P. Ipiñazar.

Ya camino de la democracia, en la Constituyente de 1947 se debatió sobre una nueva expulsión de los jesuitas, antes de que pervirtieran a la juventud. En abril se corrió la voz de que el decreto de expulsión estaba sobre la mesa del presidente Rómulo Gallegos, listo   para   ser  firmado antes del Primero de Mayo. Algunos jesuitas pensaban que “no se atreverían a tanto en las actuales circunstancias de América y del mundo”, pero tenían los ornamentos litúrgicos doblados   en   las   maletas   para   el   exilio. Siete   años después abrían la Universidad Católica.

El exjesuita Cris Lowney, autor del libro, cuya traducción lleva el nombre de  El Liderazgo al Estilo de los Jesuitas, y en el original inglés Heroic Leadership, considera cuatro características clave del liderazgo al modo de los jesuitas: autoconocimiento, creatividad, amor y heroísmo.

Tal vez la que a primera vista más llama a la duda es lo de heroísmo, que sería como capacidad para emprender grandes y desmesuradas realizaciones humanas. Los ejemplos históricos en China, la India, en las cabeceras del Nilo Azul o en las Orillas del Misisipi, el Amazonas y el Orinoco son impresionantes. El autor, al escribir un libro para los empresarios de hoy, expresamente dice que no va a hablar de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio y la experiencia de Dios que guían, verdadera clave del humanismo cristiano y de la voluntad para embarcarse en grandes empresas a favor de la liberación humana.

Hoy los retos son distintos del siglo XIX y la Compañía de Jesús con una visión mundial dentro de la Iglesia tiene como prioridad el reto de la fe que lleva a la superación de la pobreza e injusticia, el diálogo interreligioso e intercultural. Fe cristiana y razón, fe y justicia llevan a motorizar todas las energías humanas en las grandes causas. La presencia de pocas decenas de jesuitas en la Venezuela colonial dejó la maravillosa siembra del colegio de Mérida, las fundaciones de pueblos del Orinoco como Cabruta y la Urbana, y dieron a conocer la geografía y las gentes del Orinoco al mundo en libros como El Orinoco Ilustrado de José Gumilla y el Ensayo de Historia Americana de Salvador Gilij, así como la existencia del brazo Casiquiare que comunica el río Negro con el Orinoco. En el siglo XX, nunca ha habido más de 120 jesuitas trabajando, sin contar los estudiantes y los retirados, pero su presencia   en   la   universidades, en los colegios, en Fe y Alegría, y media docena de casas de Ejercicios Espirituales, en el debate social del Centro Gumilla están los hechos que despejan los mitos y en la espiritualidad la clave de la fe que mueve montañas como dice Jesús.


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