Ver a Paloma San Basilio es dar por sentado que la aristocracia musical existe. La recubre un halo de veteranía imposible de ocultar y la serenidad de su voz es casi como una canción en sí misma en contraste con su actitud tan regia. «Muy buenas noches. Gracias por encontrarse conmigo», dice al cruzar el umbral de su habitación en el Hotel Eurobuilding, en Caracas. Sus ojos, enmarcados por el paso el tiempo, son sinónimo de un espíritu que vive en paz consigo mismo. Su nobleza arropa y su sonrisa podría desarmar ejércitos en segundos.

Después de un largo día de presentaciones en vivo para televisión y dar entrevistas para los medios de comunicación más importantes del país, aún tenía sus ánimos y fuerza intactos para entablar una conversación sincera. A las 7:00 pm del 18 de octubre, cuatro días antes de su esperada presentación en uno de los más reconocidos escenarios de Latinoamérica, Paloma San Basilio, a sus 71 años de edad, se sinceró sobre muchas cosas.

Foto Karem González

Toda una Dama, en mayúscula

Ataviada de vino tinto, su atuendo combinaba con las orquídeas dispuestas a su alrededor. «Amo las orquídeas y más de la forma en que se dan en Venezuela», señaló acomodándose en el mueble mientras olía la flor nacional justo en la mesa de centro de la sala de estar. «¿Comenzamos?», dijo sonriendo.

—¿Cómo se siente al pisar suelo venezolano de nuevo después de 11 años?

—Emoción. Fundamentalmente eso. Emoción, reconocimiento y recuperación de imágenes; de una memoria que viene de muy lejos. De muchas vivencias y personas queridas. Son como (haciendo ruidos alegóricos a las cámaras) flashes de una película que corre delante de mí en presente continuo. Me siento muy feliz porque una vez más he podido constatar la calidez que tiene Venezuela como pueblo. Es un gusto estar aquí y cantar para ustedes, de nuevo.

“la primera vez que llegué a Venezuela, me enamoré. Y eso no ha cambiado en lo mínimo. Yo quería volver.  Para mí era importante volver a Caracas, volver a Venezuela; volver a un país y a un público que siempre me dio tanto cariño».

—Después de tanto tiempo, ¿qué le ofrece Paloma San Basilio a ese grupo de consecuentes seguidores que tiene en Venezuela?

—Le ofrezco lo que soy hoy (suspiró y pensó su respuesta). Evidentemente, el tiempo, te va matizando. Es como un escultor que te va cincelando (pinta al aire con las manos). Creo que es bueno que se note el paso del tiempo y cómo ese tiempo te ha ayudado evolucionar. A aprender (pausa y sonríe). Reconociendo que este aquí, este ahora, es un presente que importa. No hay por qué mirar atrás o sentir nostalgia por el pasado o las memorias. El tiempo es un aliado, nunca un enemigo y, para mí, estar en una posición tan privilegiada al poder disfrutar de tantas cosas que amo y entendiendo perspectivas de hacer tantas cosas interesantes en un futuro y sin sensación de límite o de meta, es maravilloso (pausa de nuevo. Toma aire sin perder la sonrisa). Yo quiero que Venezuela me vea como soy ahora. Que vea y que escuche lo que les tengo que decir, pero con música. Así como se llama mi gira. Y que compartamos esa frescura de ser en cada momento, cantando juntos.

—¿Y qué es eso espera «decirnos con música»?

—Que esto es un concierto vitamina. Que llegó la hora de disfrutar con las canciones que todo el mundo sabe y conoce. Quiero que los venezolanos vivan una fiesta conmigo después de tanto tiempo. Será un reencuentro, una celebración de la vida. Luego de un paréntesis tremendo como fue la pandemia, encontrar que podemos volver a cantar, retomar la música, recuperar los espacios perdidos, pero con mucha más emoción y ganas que antes de perder un poco nuestras alas. Así que carpe diem. Lo que pasó, pasó, y ahora empieza todo. Así que enfocaremos todo como si fuera la primera vez que lo hago.

¿Con qué canciones se reencontrará su público? Según lo expuesto, ella no repite. Ninguno de sus conciertos es igual a otro. Habrá espacio para todos sus éxitos, porque la gente se merece oír lo que quiere, agrega.

—Una carrera intachable. ¿Qué cree que aún le falta por lograr a nivel profesional?

—Pues mira (suspira mirando el techo), yo empecé sin saber cómo empezaba. Casi por casualidad. Yo estaba estudiando en la universidad y en el ínterin me metí a hacer teatro y luego televisión. He ido un poco ad libitum​. He ido haciendo cosas y descubriendo. Arriesgando. Metiéndome en territorios distintos para aprender y descubrir hasta dónde soy capaz y qué es lo que aún no he aprendido y puedo aprender. Todo eso me ha llevado hasta aquí; más nada. Tengo desde el año 75 haciendo lo que hago, pero ya tenía una carrera, era mamá y estaba en la universidad. Es decir, ya mi cuerpo tenía un gran equipaje encima. La verdad nunca me he planteado qué me falta; en todo caso me tendría que plantear el bagaje que llevo, todo el recorrido. Y eso tampoco lo hago. Vivo mi aquí y ahora como es, donde estoy. El presente es el momento que me importa y me interesa. Lo que pase después, no está en mi control. No lo sé. No me voy a preocupar demasiado. Lo que he hecho, ya está hecho. Seguramente está en mi piel, pero no vivo por acumulación. Vivo por la sensación y por la vivencia que es vivir durante tantos años.

—¿Por qué en 2013 decidió tomarse un descanso? ¿Agotan el éxito y la fama? ¿Qué aprendió en esa pausa?

— (Hizo una larga pausa) Creo que lo que uno no puede hacer, nunca, es no ser honesto. Estaba haciendo mucho de lo mismo y había algo que no me convencía. Esto no solamente por el público sino por mí misma. Creo que era como brindarme la oportunidad de descubrir otros ámbitos, de tocar otros palos. Me dije: me encanta escribir y empezaré a hacerlo, me voy a vivir al mar porque amo el agua; de pronto aparecen los colores y la pintura me devolvió la vida. Quería estar más tiempo con mi hija, con mis nietos, quiero darme la oportunidad de hacer cosas que no había hecho nunca.

En ese tiempo, hizo una inesperada gira con un coro de jóvenes de voces blancas francés en donde solo un piano los acompañó. Después hizo teatro romano de Mérida enfocado en la mitología. Paloma fungía como la décima musa. «Yo era la rebelde y la verdad es que me encantó meterme en una camisa de once balas. Eso me trajo hasta aquí en donde me ves hoy», manifestó.

Foto Karem González

—Decidió volver a los escenarios. ¿Siente hoy, a los 71 años, que puede prescindir del escenario, de las giras, de los discos o es una suerte de adicción?

—No es adicción. Es amor; otra clase de amor por lo que hago y por lo que creo que significa para los demás.

—Lo único que ha podido suspender sus actividades fue una pandemia que nos encerró en casa. ¿Cómo fue su 2020?

—Hay un momento donde tu dinámica natural, en la que piensas que controlas todo y decides tu camino a seguir -dentro de los condicionantes que tenemos- de pronto se desbarata. Es como un castillo de naipes donde todo empieza a caerse y te encuentras, de repente, desnudo. Así como el Rey. Ahí es cuando te miras al espejo diciendo: estoy aquí y además estaré mañana y pasado porque no puedo ir a ningún lado. Tengo unos horarios para salir y para entrar, una cosa desagradable que me tapa la boca, no veo la sonrisa de la gente y no nos podemos comunicar. Ahí es cuando hay un paréntesis importante. Un vacío. A mí me tocó enfrentar la desaparición física de mi compañera de vida: mi hermana mayor. Un ser que fue casi lo primero que vi cuando recuerdo haber visto algo de pequeñita. Eso me golpeó mucho. No solamente es la pérdida única, es la de todos los que estaban cuando yo nací que ya no están y la sensación de pérdida de tanta gente; sobre todo, la que se fue antes de tiempo. La pandemia nos robó, cruelmente, esos años. La esperanza de vida bajó demasiado y eso es horrendo, sobre todo si hablamos de pleno siglo 21. Sin embargo, y a mi parecer, esto nos ha hecho más humildes. Más amables. La gente tiene más tolerancia y es más cariñosa. Valora más el tiempo que pasa con cada uno de sus seres queridos. Además, nos mostró que tampoco necesitamos tanto…

Una de las consecuencias de la pandemia es el uso -y a veces abuso- que se le ha dado a las nuevas tecnología. Su hija Ivana Vanessa Gómez sabe del tema. Para San Basilio, es la manera como –hoy día–  vemos a la gente.

«No me malentiendan», aclaró. «Sé que es una maravilla porque nos posibilitan la comunicación y el acercamiento. Las redes sociales son increíbles. Son unas vías súper interesantes para el desarrollo de conocer a otro. Pero…». Sí, hubo un rápido pero. «A veces se le da mucho más valor al que está a cientos de kilómetros que al que tienes al lado. Eso me preocupa un poco. La pérdida de la cercanía; nuestro metro cuadrado. Ese espacio al que tenemos que volver. Hay veces que uno está más interesado en dar un like a alguien que está en Timbuktú que a la persona que convive al lado de uno y que desearía que, de vez en cuando, dejemos de lado el móvil para hablar con ella».

Para Paloma San Basilio, hoy, ya no somos tan humanos, somos lo que publicamos en redes. Y eso no está bien. “La digitalización de nuestra vida no es vida”.

—¿Hablando de las nuevas tecnologías y generaciones, puede opinar acerca de la música actual? ¿Qué escucha por estos días que pueda recomendarle al mundo?

—Con toda sinceridad (sonríe abiertamente mientras habla), para mí sería un sueño colaborar con artistas como Sebastián Yatra, por ejemplo. Estoy muy abierta a trabajar con la gente joven siempre que me guste el trabajo que hacen. Yo escucho mucho reguetón; hay unos que me encantan y otros no tanto, pero me fascina bailarlo (hace un movimiento rítmico particular mientras habla). ¿Cómo no voy a apreciar a la juventud si tengo una hija que hace música electrónica y un nieto que se encierra solo en su cuarto, de noche, a construir canciones? Se tiene que ser permeable. Siento que hay un gentío haciendo música maravillosa. Las nuevas generaciones y sus artistas me parecen un centro de comunión tan válido como el concierto en el Teatro Teresa Carreño donde van a oírme cantar. Todo esto enriquece al mundo que tenemos. Lo cierto es que ahora mismo hay un componente muy importante y que se debe a la rítmica. Eso es lo más inmediato que nos puede llegar, lo más valioso.

Paloma San Basilio en entrevista para El Nacional en su llegada a Venezuela 18-12-2022 | Foto: Karem González

Paloma San Basilio y los premios

La Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes le fue concedida en 2021. Fue merecedora de un Grammy a la Excelencia Musical. Este 12 de octubre fue homenajeada en Colombia en los Latino Music Awards. Ha vendido más de 16 millones de álbumes y tiene numerosos discos de oro y platino.

—¿Qué significan tantos reconocimientos en su carrera? ¿Importan? ¿Cuál es hoy su mejor premio?

—Tengo tantos premios en mi vida que, sinceramente, me parece que si alguien decide que lo que uno haces es bonito, es algo bueno. Yo solo agradezco muchísimo. Es bonito el cariño, lo atesoro. Este 1 de diciembre me estarán ofreciendo otro, de hecho, en Tenerife. No me puedo quejar. Recuerdo que cuando me dieron el Grammy, me emocioné un montón porque estaba en frente de mi hija y mi hermana y fue como decir: esto es el resultado de tantas horas en las que no he podido compartir contigo. Así que gracias a ti que has renunciado a tener a tu madre todo este tiempo. Gracias a ti me están dando este premio.

—¿Cómo es hoy su vida más allá de los escenarios? No es un secreto que disfruta mucho de sus nietos.

­—Así como mis conciertos, mis días no son nunca iguales. Yo ando siempre de un lado a otro; trasteo mucho. No me gusta estar quieta. Si creo que me he apaciguado un poco, me busco una excusa para hacer algo. Para mí, termina siendo en un caserío que tengo en el norte de España, en mitad de las montañas. Ahí convivo con vacas, ovejas y muchos animales más. Me gusta cambiar de atmósfera y en ese espacio, todo húmedo, me la pasó de lo mejor sobre todo porque hay mar. Suelo caminar muchos kilómetros y dar largos paseos por la playa para luego sumergirme dentro de las olas de chapuzón. Puede ser primavera, verano, otoño o invierno, pero siempre me meto al agua. Eso no es negociable… ¿Será porque soy signo de agua? Así como tampoco es negociable desayunar todos los días. Cuando me dicen deja de comer…. No. Eso no existe para mí. Con mi desayuno no se juega.

América son sus alas, pero ¿qué es su corazón?

«Mi corazón le pertenece a todo un poco. Es decir, no entiendo qué es viajar sin corazón, cantar sin corazón, hablar sin corazón. Todo lo que haces, desde que te paseas por el jardín y empiezas a ver cómo crecieron los cipreses hasta respirar. El corazón está en todas partes», señaló apuntándose al pecho y alrededor. «Es el latido que escuchamos aquí y ahora; el lenguaje que tenemos para comunicarnos con el entorno. Lo que realmente le da sentido a la vida», subrayó. «Uno puede ser muy inteligente, leer mucho, tener muchas buenas ideas en la cabeza e información, pero si no tienes el latido, el latido de la tierra y el latido de tu vida, es como si estuvieras un poco muerto», agregó.

“Pero hablando del corazón en mayúsculas, todo se resume a mi hija y mis nietos. Siempre digo que el amor que sientes por esos niños es absolutamente infinito. Ahí es cuando conoces verdaderamente la palabra. Sin condiciones”

 

—¿Cuánto tiempo más se imagina sobre el escenario?

Hasta que me lo permita la vida misma. Hasta que sienta el último latido. Mientras tanto, aquí estoy.

—¿Paloma San Basilio puede describirse en una palabra?

Estoy sin terminar. Así de simple. Yo no me quiero poner metas, soy como un río que fluye hasta que llega al mar.

—Un consejo para esos que hoy comienzan en la música y quieren llevar una carrera como la suya.

—Que sean coherentes consigo mismos. Que tienen que tener un sentido de la vida y un trabajo y su carrera no pueden estar fuera de ello. No pueden crear una esquizofrenia entre ser artista o ser exitoso e importante y tener dinero. No. Hay que ser honestos y trabajar arduamente. No transitar por espacios que no puedan controlar y que les impongan desde el exterior. Ser muy humildes y disfrutar todo lo que hacen; tener un proyecto de vida y no hacer una carrera de velocidad y grandes titulares, sino de fondo. Es importante no tener miedo a lo que va a pasar o a qué van a decir. Tienes que dejarte fluir porque si eres capaz de expresarte en una disciplina, seguramente te puedes expresar en más. A lo mejor, en todas no tienes el mismo nivel de calidad o exigencia, pero al final eres tú».


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