Premio
La escritora y periodista venezolana Karina Sainz-Borgo rechazó la invitación a participar en el premio para no "legitimar a un gobierno que no es democrático"

La lista de los ganadores del premio venezolano de novela Rómulo Gallegos incluye a grandes escritores de habla hispana como Vargas Llosa, García Márquez y Bolaño. Pero el debate en torno a su entrega en noviembre se tiñe de política, entre autores opuestos a la dictadura y autoridades chavistas.

El galardón tuvo un gran prestigio en el mundo de las letras españolas y latinoamericanas.

Concedido por primera vez en 1967 al peruano Mario Vargas Llosa, «adquirió rápidamente un enorme prestigio porque se convirtió en el premio del ‘boom'» en Venezuela, explica Gustavo Guerrero, editor de libros hispánicos para la editorial francesa Gallimard.

El «boom» fue ese paréntesis dorado de Venezuela en los años 1960 y 1970, cuando la renta petrolera permitía al país estar entre los primeros de Latinoamérica en el ámbito económico.

«Era la época de la democracia liberal», dice Guerrero, nacido en Caracas. El Rómulo Gallegos, concedido cada dos años, premió entonces al colombiano Gabriel García Márquez (1972) y al mexicano Carlos Fuentes (1977).

Las cosas se complicaron hacia el final del primer mandato del difunto presidente Hugo Chávez (1999-2013), porque, según Guerrero, en 2005 «el Gobierno venezolano intervino en la formación del jurado».

Cuba, aliada inquebrantable de Chávez, «impuso miembros del jurado. Y a partir de entonces notamos que el premio estaba perdiendo su autonomía», añade el miembro de Gallimard.

Quince años después, el premio Rómulo Gallegos se va a conceder por primera vez desde 2015 y, una vez más, las controversias políticas superarán al aspecto literario.

Para el novelista venezolano Rodrigo Blanco Calderón, que vive en España, el premio ya no es más que «un instrumento de propaganda y de legitimación de la dictadura chavista».

El joven escritor llama así al Gobierno de Nicolás Maduro al que atribuye masacres de estudiantes durante manifestaciones antichavistas en 2014 y 2017, el éxodo masivo de venezolanos y la erosión del Estado de derecho señalada el año pasado por un informe de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.

Un premio que nació politizado

Los jurados del galardón están «todos afiliados al chavismo, de una forma u otra», afirma Blanco Calderón a la AFP.

Junto con otros escritores, sobre todo venezolanos, llamó a sus compañeros de profesión a no participar en esa «farsa».

«Basta ver la lista de obras concursantes para ver que el Premio Rómulo Gallegos se ha convertido en un hotel para turistas de la dictadura chavista», escribió en Twitter respecto a los libros en liza este año, entre ellos uno del argentino Rodrigo Fresán.

Desde entonces se han multiplicado las renuncias al certamen, como la de María Pérez-Talavera, una escritora venezolana en el exilio, que retiró su libro Eran de madera para no convertirse en el «instrumento de una plataforma politizada».

Esa ofensiva no gustó en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), que otorga el galardón.

«El premio nació (…) politizado», se defendió en un comunicado titulado «Trumpismo cultural», en referencia al presidente estadounidense, Donald Trump, enemigo acérrimo del Gobierno venezolano.

El texto ataca sobre todo al mandatario estadounidense, al que acusa de «agresión» en plena pandemia de coronavirus.

Uno de los miembros del jurado, el escritor colombiano Pablo Montoya, ganador del premio en 2015, reaccionó a las críticas en una tribuna publicada el martes en la versión digital de un diario de su país, El Tiempo. 

«No es verdad que los jurados y los concursantes al premio seamos unos miserables alfiles de un determinado régimen», declaró.

Un poco menos de 200 escritores participan en el certamen.

La escritora venezolana Karina Sainz Borgo rechazó una invitación para no «legitimar a un gobierno que no es democrático».

«Ni siquiera estoy segura que ahora puedan pagar el premio (unos 94.000 dólares). Este país está literalmente quebrado».

 

 


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