«El primer punto del cambio político tiene que ver con la necesidad de sustituir la cultura de la confrontación por una cultura del diálogo civilizado y de la búsqueda de consensos para facilitar la solución de los grandes problemas nacionales».

Eduardo Fernández, Ideas para el cambio.

El centro político es el reino de la moderación, de la prudencia, donde como diría Maquiavelo predominan el juicio y la reflexión. En la democracia moderna el centro es la salvaguarda frente a los excesos, donde convergen los consensos tan necesarios para su robustez, su crecimiento y su durabilidad. Si analizamos nuestra historia, la democracia solo realmente floreció gracias al acuerdo y la permanente negociación, donde se moderaron las pasiones y se evitaron los excesos. Los hombres del centro político no nacen, se hacen, aunque ciertas condiciones innatas a cada ser humano lo facilitan o lo dificultan. En Latinoamérica nuestros mejores y exitosos líderes pertenecen al centro político; algunos transitaron el camino  desde la derecha, otros desde la izquierda, cobijados en el centro lograron su mejor obra, por ello serán siempre gratamente recordados. Betancourt, Caldera, Aylwin, Frei, Lagos, Sanguinetti, Cardoso, para solo citar algunos, representaron con éxito ese papel de ejemplares líderes del centro político.

Eduardo Fernández  siempre ha pertenecido al centro político, sus cualidades innatas propenden a ello. Su temperamento calmado, su sencillez, su apertura al diálogo , lo favorecen. Es un hombre sin odios, un esposo y padre de familia ejemplar, un ser humano formado en los ideales y valores de la Doctrina Social de la Iglesia, donde el servicio al prójimo es la meta ordenadora de la praxis política.

Pienso y sigo sosteniendo que Eduardo era, y lo sigue siendo, el hombre mejor calificado, por sus ideas y amplia experiencia, para conducir la inevitable transición, que ante los estertores del ciclo histórico que agoniza, representa la mejor opción para conducir el difícil tránsito que se nos viene encima. Soy osado en mi afirmación confieso, pero es que el desafío que se nos viene encima, como una suerte de tsunami, si no superamos lo que acertadamente Eduardo califica como la dialéctica de la confrontación, nos conducirá inevitablemente a lo que nadie sensato desea: violencia, guerra civil y enfrentamiento entre venezolanos.

Semanalmente Eduardo, en sus artículos de opinión, presenta sus ideas sobre la situación del país, las revelaciones de nuestra traumática experiencia histórica como nación, algo  que no podemos olvidar, así como sus propuestas de políticas fundamentales para asumir el cambio, y los modos, la estrategia, para llevarnos con éxito en una ruta segura que nos conduzca al progreso, la paz y la democracia.

No se ha atendido, no se ha oído, lo que es más grave, el eje de la propuesta política de Eduardo Fernández: la construcción de un Gran Acuerdo Nacional alrededor de un programa para superar la gravosa crisis en que estamos inmersos. Para llevar adelante una estrategia con aspiraciones de éxito, Eduardo nos lo recuerda con énfasis: “No basta con cambiar el gobierno, es indispensable tener presente que debemos conjugar tres verbos: ganar el proceso electoral, cobrar, es decir, hacer efectivo el triunfo y la transmisión del mando y, luego, gobernar conforme a la expectativa de la nación”.

El pasado martes 25 de junio, Eduardo Fernández presentó en la UCV, “la casa que vence las sombras”, una selección de sus artículos sobre la problemática que estimuló esta reflexión, con el título Ideas para el cambio. Mi mayor deseo es que el pequeño libro no caiga en saco roto, sino todo lo contrario, que abra el camino a una reflexión sobre lo que está en juego: nada más, pero tampoco nada menos, que el destino de nuestra querida Venezuela.


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