Cualquier análisis sobre las presidenciales en Venezuela tiene que partir de la premisa siguiente: no se trata de elecciones libres y competitivas. Todo lo contrario, se trata de un proceso electoral marcado por el ventajismo, el abuso de poder y la arbitrariedad. Unas elecciones donde todo el Estado está al servicio de un régimen opresor que pretende convertirse en la dictadura más longeva de nuestro país, superando el deshonroso récord de 27 años que tiene, hasta ahora, el general Juan Vicente Gómez. Estamos frente a una dictadura que frente a los costos de perder la impunidad y la protección que les brinda el poder, está dispuesta a todo para conservarlo.

Teniendo claro el panorama, toca decir que, a pesar del adverso escenario antes descrito, la posibilidad que la dictadura madurista vuelva a imponerse está lejos de ser una certeza. Podría leerse como una contradicción, pero esa es la realidad que desestabiliza al madurismo y los ha llevado a la campaña electoral más errática de los últimos 25 años. Tienen todo el poder, menos uno: el poder del pueblo. Y no es una formulación retórica, el régimen de Nicolás Maduro es rechazado por una inmensa mayoría de venezolanos que ha visto en la fecha del 28 de julio una oportunidad real para salir de este modelo que tanto daño nos ha causado como país.

También es cierto que en una dictadura ser mayoría no basta. Aunque Nicolás Maduro cuente con 80% de rechazo, para que la voluntad de cambio que anhelamos los venezolanos se exprese en las urnas y, sobre todo, sea respetada, otras cosas son necesarias. En primer lugar, es fundamental que el caudal de votos que reciba el candidato unitario, Edmundo González Urrutia, sea tan avasallante que cualquier intento por torcer la decisión mayoritaria de los venezolanos resulte infructuoso. En segundo lugar, frente a la amenaza de ir hacia adelante y burlar la voluntad mayoritaria de la gente, es necesario conformar la estructura de testigos más robusta de nuestra historia electoral. Ciudadanos insobornables y comprometidos con el cambio político que sean capaces de dejar registro gráfico y escrito de la decisión mayoritaria del pueblo venezolano.

Hasta ahora, todos los estudios de opinión muestran que la disposición a participar este 28 de julio es altísima. Eso significa que ninguna de las estrategias de desmoralización y desmovilización implementadas por el régimen de Nicolás Maduro han surtido efecto en el electorado venezolano. Esto se explica en parte porque, contrariamente a otras citas electorales recientes, en esta oportunidad la gente confía en la capacidad del liderazgo no solo para ganar, sino para cobrar un resultado favorable a las fuerzas democráticas.

Evidentemente, no todos los obstáculos han sido superados. No es la primera vez que nos enfrentamos al chavismo, pero es la primera vez que ven un riesgo inminente de perder el poder. Los venezolanos dentro y fuera del país tenemos la obligación de estar alertas y denunciar cada arbitrariedad, empujando desde cada uno de nuestros espacios hacia la libertad de Venezuela. El régimen, por su parte, continuará quemando cada una de sus naves, quién sabe si en ese camino se queden sin naves y no tengan más opción que saltar al mar.

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@Brianfincheltub


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