Edificios destruidos en Gaza, en medio del actual conflicto entre Israel y Hamás, cerca de la costa de Gaza

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) intensifican sus operaciones en la franja de Gaza, especialmente en los núcleos urbanos de Gaza y Rafah. En el primero tratan de impedir la reconstrucción de la organización operativa de Hamás. En el segundo, tras consolidarse en la ocupación de la rotonda de Al Awda, núcleo administrativo, comercial y bancario, prosiguen la limpieza y la búsqueda de los secuestrados. Hamás persiste en su estrategia propagandística de auto aniquilación, basada en el empotramiento de sus capacidades operativas dentro de infraestructuras civiles que, al ser atacadas por las FDI, conllevan inevitablemente un rosario de muertes de civiles.

En Israel empieza a calar la percepción de que la guerra se está dilatando excesivamente, tanto por los más de ocho meses de hostilidades como por el incremento de bajas propias, cuya difusión es difícilmente ocultable en un país democrático. La salida de la guerra parece ser el pivote sobre el que gira una nueva fase del conflicto. Un complejo escenario que afecta a la operatividad de las FDI y que se sintetiza en cinco áreas vitales: Líbano, relación con Estados Unidos, política interior, sociedad civil y las propias FDI. Con respecto al Líbano, el intercambio de fuegos entre las FDI y los terroristas de Hezbolá es creciente. Esta milicia terrorista trata de distraer y fijar fuerzas israelíes en el norte del país para favorecer la supervivencia de Hamás en la Franja. No puede ignorarse que Hizbolá, conspicuo peón de Irán, tiene capacidades operativas superiores a las de Hamás. El riesgo de escalada aumenta, alcanzando incluso a la UE tras las declaraciones del líder de Hizbolá, Hasán Nasrallah, amenazando a Chipre si aviones israelíes utilizan las bases de ese país.

La relación con Estados Unidos no pasa por su mejor momento. A pocos meses de las presidenciales, Biden trata de aparecer como pacificador con una propuesta recientemente validada por el Consejo de Seguridad de la ONU. La acusación de Netanyahu a Biden por el «dramático descenso» del envío de armas a Israel parece indicar, además, una potencial disminución de las capacidades de las FDI.

Para el gobierno de Israel y para Hamás es el meollo de un juego existencial y macabro por la supervivencia

En el campo de la política interna, lo más destacable ha sido la disolución del gabinete de guerra, elemento esencial del Gobierno de unidad nacional. La dimisión del ministro Benny Gantz, líder de la oposición, ha dejado a Netanyahu demasiado expuesto a la presión del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir (líder del partido supremacista Otsmá Yehudit), y del de Finanzas, Bezalel Yoel Smotrich (líder del partido Sionista Religioso). Ambos han amenazado con derrocar a la coalición de gobierno si Netanyahu acepta el plan de Biden. Por otra parte, el nerviosismo cunde en el seno de la sociedad israelí. El alargamiento de la guerra hace mella. Se solapa la presión de los familiares de los secuestrados por Hamás, que exigen su liberación a toda costa, con el tóxico debate, siempre latente en Israel, sobre la necesidad de derogar la ley que exime a los ultraortodoxos (13% de la población) de ser llamados al servicio militar obligatorio. El fin de semana ha habido manifestaciones en las principales ciudades, con violentos enfrentamientos con la policía. Las protestas, dirigidas contra el gobierno, pedían la convocatoria de elecciones anticipadas y exigían un acuerdo para la liberación de los secuestrados.

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Todo lo anterior afecta directamente a las FDI. Algo inevitable en los países democráticos, donde sus Fuerzas Armadas son espejo y reflejo de la sociedad a la protegen y sirven. Empiezan a visualizarse divergencias importantes entre las FDI y el Gobierno. Disenso que es el agente más tóxico para un país en guerra. Especialmente significativas han sido las recientes declaraciones televisadas del contralmirante Daniel Hagari, portavoz principal de las FDI, evaluando como imposible la destrucción de Hamás que, según él, es una idea y un partido que están arraigados en el corazón de la gente. Tesis brutal y radicalmente opuesta a la propugnada por Netanyahu, de no aceptar un alto el fuego permanente hasta alcanzar la victoria total: liberación de los secuestrados y destrucción de la capacidad operativa de Hamás.

Artículo publicado en el diario ABC de España


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