Entre La Mulera y Rubio, en el estado Táchira, se trazan en línea recta unos 30 kilómetros a lomos de caballo. Actualmente por la ruta de la carretera trasandina, en vehículos, son 32 kilómetros exactamente. Es una ruta especialmente turística, y siempre lo ha sido de comercialización del ganado y la siembra del café. Enciso es otra población del lado colombiano. De esta a Rubio se trazan 241 kilómetros y a La Mulera 229. En ese triángulo geográfico un general que gobernó férreamente a Venezuela por 27 años, un coronel que le hizo de jefe de su casa militar y un presidente democrático, reelecto para dos períodos constitucionales, vieron la luz al mundo. La influencia política de los dos tachirenses al frente de los destinos del país, directamente más de un tercio del siglo XX; e indirectamente lo que va corriendo del siglo XXI, que se prolonga aún más con la vigencia de la revolución bolivariana.

Eso hace más interesante seguir conversando con el coronel Tarazona. Hay tantas coincidencias entre ambos tachirenses en el poder. La primera, el origen. El hombre de la montaña atiende a un perfil característico, luego el poder como objetivo y las pasiones personales que hacen de los andinos una diferencia entre llaneros, maracuchos, centrales y orientales de Venezuela. Hay abundante literatura sobre eso. Los negocios y la política de los andinos tienen un sello que atiende más a la influencia de lo telúrico. Entre el general y el presidente, hay muchas coincidencias, pero también diferencias, una fundamental, el camino político de la dictadura diverge del democrático. Aquellas mantuvieron al jefe frente al gobierno durante 27 años, y estas sacaron del poder al comandante en jefe durante su segundo periodo. Solo la muerte física se le atravesó victoriosa en el camino al hombre de La Mulera, al de Rubio la muerte política bajo el sayo de la conjura y la conspiración se lo llevaron a la tumba.

Conociendo al militar que hizo del actual Ejército venezolano parte de la modernidad y lo puso a entrar al siglo XX, a permanecer después del 17 de diciembre de 1935 a pesar del 18 de octubre de 1945, y del 23 de enero de 1958; el coronel Tarazona sigue siendo una referencia personal y una crónica íntima del general Gómez durante todo el tiempo que estuvo a su servicio. Y desde allí al actual Ejército y a todos los demás componentes armados. Sigue siendo difícil no haber continuado arrastrando toda la influencia pretoriana durante los 40 años de la democracia; y al poner en una balanza virtual esas coincidencias y esas diferencias entre ambos mandatarios de igual origen, diferentes formas de autoridad y distintas épocas, es un ejercicio que hace bien el hombre que conoció estrechamente en la intimidad de los negocios, de la política y de las pasiones personales, al hombre fuerte del régimen rehabilitador. Eloy, así como le decía el general.

— Coronel Tarazona, Dionisia Bello y Dolores Amelia Núñez de Cáceres. Una antes con siete hijos y otra después con ocho. Dos mujeres en la vida del general. ¿Cómo enfrentó el jefe los asuntos de la política desde las familias? Es inevitable asociar con el ejercicio de tan alta magistratura los favores personales, las decisiones para favorecer a un hijo, un compadre, un amigo íntimo de la familia, un cargo en el Ejército, una embajada, un ministerio, un contrato. ¿El general cedió con favores militares en algún momento a las presiones de alguna de sus familias?

No. Vea usted, el general dio cargos de confianza en muchas oportunidades a familiares directos. Don Juancho, su hermano, fue el vicepresidente hasta que lo asesinaron; su hijo José Vicente fue el segundo vicepresidente y además inspector general del Ejército, hasta que la sombra de la desconfianza se le cruzó al jefe; su primo, el general Eustoquio, lo mantuvo en cargos de confianza y lealtad en muchas ocasiones; algunos compadres disfrutaron de sus favores personales hasta que la traición los arropó. Todas esas decisiones fueron del general. Él no permitía que la cama se le metiera en los asuntos del palacio. Allí diferenciaba bastante. En una ocasión una comadre le llevó una ahijada para que le pidiera la bendición al general y a la ahijada se le ocurrió pedirle que pusiera en libertad a alguien, enemigo político del general y preso en La Rotunda. Inmediatamente, comadre y ahijada, por órdenes del jefe, fueron retiradas por mí, de la vista del general. Así era el general con los asuntos de la política y los negocios. Esa fue una de las debilidades manifiestas del paisano de Rubio que al final lo sacaron del poder. Por la vía de la influencia de una de las familias presidenciales se hicieron nombramientos en las fuerzas armadas nacionales y se permitió el relajo y la guachafita que aprovecharon muchos de los generales y almirantes notables que querían influir en la política y hacer los mejores negocios con los temas de la conspiración y la guerra de ese momento. Y eso se inició mucho antes de ser reconocido como presidente. Desde mucho antes de las elecciones de 1988 el trabajo de cuadrar cargos, y presionar decisiones como comandante en jefe se adelantó. Solo revise la primera decisión militar de julio de 1989 y eche números para atrás y hacia adelante. Solo en los números en dólares de eso que llamaron el plan global de las adquisiciones, surgidos después de que mis paisanos colombianos metieran en el golfo de Venezuela una corbeta, los negocios provocaban para todo y para todos. Cuando se presenta una crisis militar como esa de 1987, se desnudan vulnerabilidades y debilidades en las fuerzas armadas. Y esas solo se superan con reorganización de las unidades, entrenamiento de los efectivos y equipamiento. Especialmente con el equipamiento, que es donde están los negocios. Los mandos militares de la época se lo presentaron institucionalmente al presidente de entonces, quien lo aprobó, pero realmente a quien le correspondía diligenciar, ejecutar y pagar era al paisano en su ejercicio como comandante en jefe después de que asumiera formalmente en 1989 y a sus mandos militares. Ya ve usted por dónde viene la vuelta. El paisano se dejó meter los gatos uniformados por las liebres que lo podían ayudar a solucionar el problema que habían creado esos mismos gatos para inducir las decisiones. Eso no le hubiera ocurrido al general, sí señor. Y eso que era un lince para cuadrar un negocio y echar números en el aire y en el tiempo. Mire, si el general le hubiera hecho caso a la familia y al corazón, hubiera nombrado y extendido la sucesión presidencial con el primo Eustoquio o con alguno de los generales familiares inmediatos y compadres que le sobraban. No le abrió el camino al corazón ni a las presiones de la familia en la rama de Dionisia ni en la de Dolores Amelia. Nombró al Ronquito. Y el tiempo se encargó de darle la razón en la decisión a mi general, a pesar de que tuve que irme del país porque este era mi enemigo. Fue una de las providencias más acertadas y lúcidas que tuvo, a pesar de estar en los apuros de la enfermedad de la próstata y la convalecencia que lo mantenía encerrado. Pero mire, que bueno sería que usted se contactara con el paisano y lo siente frente a usted, como lo está haciendo conmigo para preguntarle directamente. Hay cosas que pertenecen a la intimidad de las decisiones que solo el autor podría explicar y desarrollar. Sobre todo, en materia militar. El general me decía: “Mire Eloy, yo tomo mis decisiones en la soledad del jefe y en esa soledad las asumo”. Y allí es donde yo me coloco en el verdadero puesto que me asignó el jefe en la confianza de su decisión y la intimidad de su despacho; protegerlo de sus enemigos cuidándole la puerta y probándole la comida. Sí, señor.

Es increíble cómo la tierra se asimila e influye en el perfil de los hombres. En esa superficie triangular que hacen de Enciso del lado colombiano y de las poblaciones de La Mulera y Rubio del lado venezolano, tantas similitudes y tantos sellos que hacen de la personalidad de un político, un militar, un artista, un comerciante, un abogado, un ingeniero, o cualquier nacional de ambos lados, un estandarte de personalidad que no se puede confinar con la raya política de la frontera que separa ambas nacionalidades. Pero también con sus diferencias. Como entre un general y un político en sus propios tiempos y en sus ajustados caminos políticos.

El indio nos encendió las luces para continuar apelando al mecanismo de la entrevista virtual y buscar más respuestas a las dudas que aún pendulan desde antes, durante y después del 4F. Son incertidumbres que están en deuda de aclaratoria formal y oficial ante la opinión pública con los protagonistas vivos y los muertos de esos eventos causales de esta gran tragedia que vive Venezuela desde hace 23 años. Fuenteovejuna, ese que mató al comendador, sabe toda la verdad sin tantas costuras.

Vamos a hacerle caso al coronel Tarazona. Entrevistaremos a su paisano.


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