La comunidad internacional y sus implicaciones en la era pos Unión Europea está teniendo un papel estelar en distintos escenarios. Durante todo el siglo XX, incluso antes, se ha observado cómo el consenso de las naciones tiene el poder de detener las tragedias mundiales y unas de menor tamaño.

Desde la perspectiva de pequeñas atalayas se podría pensar que la comunidad internacional es poco lo que puede o ha podido hacer para frenar las grandes tragedias a escala mundial, pero esa visión no sólo es miope, sino que demuestra no estar viendo todo el escenario donde se desarrolla el teatro de operaciones de la guerra.

Si se hace un repaso de la hemeroteca internacional se pueden recordar las imágenes de los múltiples movimientos juveniles, estudiantiles y universitarios con el claro protagonismo que tuvieron para frenar la Guerra de Vietnam e incidir en la apertura china a los valores democráticos de Occidente.

Así mismo, implicarse en acabar con el apartheid en el propio Estados Unidos referente de la democracia moderna, e incluso en Suráfrica y otras naciones de África, detener una guerra nuclear, derribar el muro de Berlín que tanto daño le venía haciendo a un lado de la humanidad; además de correr el estúpido velo de los regímenes totalitarios en el mundo de cualquier cara de la moneda de las ideologías con sus sistemas de pensamiento.

Además de frenar tiranías, bajo cualquier cosmovisión de tipo religiosa o ideológicas, acoger refugiados en todo el siglo XIX y XX como respuesta inmediata ante el quebranto de los Derechos Humanos; y no sólo se queda aquí la interminable secuencia de intervención de la consciencia de los más jóvenes junto a la Diplomacias Mundiales, sino que, han sido los desencadenantes de las mayores revoluciones tecnológicas en el mundo del presente siglo y de todos los siglos que nos precedieron desde el génesis hasta nuestros días.

En ese mismo orden,  transformar una humanidad siempre ha requerido del valor y del talento de los más jóvenes, no porque esto sea una regla, sino precisamente porque ellos rompen los moldes rígidos que enmarcan los modelos de gobernanza en la humanidad.

No se podría realizar este trabajo, sin antes recordar, la creación y construcción del Estado de Israel, ya que éste,  no fue producido por la guerra como se suele pensar; sino del acuerdo y la voluntad del concierto de naciones de Occidente de siempre.

A propósito de la conservación del Estado de Israel, cuna de la cosmovisión occidental, se tiene que recordar todas las hostilidades a las que fue sometida antes, durante y después de su consolidación, hasta la actualidad, en las que ni un sólo momento el concierto de naciones democráticas de Occidente le han dado la espalda; por el contrario le han tendido la mano de manera generosa sin escatimar costos, a los que se recuerda la Guerra de los Seis Días, que fueron más que suficientes para detener otra historia deplorable contra la nación Israel y contra la humanidad.

Pues bien, esta es la oportunidad de poder ensanchar el sistema de valores de democracia moderna y la seguridad de Occidente a Oriente a un pueblo como lo es palestino, no para levantar muros de modelos de tiranías, sino para la construcción de democracias solidas, seguras y perfectibles, salvaguarda de las garantías, derechos y libertades humanas, integrada a Occidente como nación y como Estado en la consecución de la Paz del mundo.

Para de esta forma, ponernos a prueba como comunidad internacional y como modelo de civilización, en cuanto tiempo somos capaces de la reconstrucción y construcción de Palestina; donde las maquinas, carros y grúas deben ser protagonistas en la operación de reconocimiento y reconstrucción de palestina y con ello frenar cualquier genocidio o amenaza contra el mismo.

Puesto que, las intervenciones del consenso de naciones, no es un acontecimiento de la alta diplomacia y política actual, sino que han sido los modos y las mejores formas de resolución de conflicto a las que se han recurrido de manera reiterada durante todos los siglos de manera sempiterna.

A sabiendas de que hoy la humanidad se debate en varios frentes, por un lado la no fortaleza de las democracias en el mundo, en particular las de Hispanoamérica, en las que Venezuela bate todos los récords de deficiencia, probándolo más de 10 millones, léase bien, 10.000.000 millones de refugiados en la diáspora y se siguen yendo personas, por las pobres políticas económicas y el paupérrimo avance en el impulso de los derechos humanos, pero si eso no fuera suficiente lo comprueba el 83% de pobreza extrema de su población, confinados a vivir en niveles bajos de garantías, derechos y libertades dentro y fuera de sus fronteras.

Otro foco en los que posa la observación de la diplomacia internacional es detener lo que pudo haber sido un flagrante genocidio, como lo es la guerra en Ucrania, frontera de la democracias de Occidente con los viejos muros de Oriente que se resisten al sistema de pensamiento de la democracia occidental, anclada en los símbolos no lumínicos del pasado.


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