Hoy, 19 de mayo de 2023, se cumplen 57 años de la desaparición física de uno de los líderes políticos venezolanos mejor formados del siglo pasado, quien dedicó buena parte su vida a hacer de Venezuela un país próspero y verdaderamente libre de cualquier injerencia de otros países que pretendan controlar su destino democrático. Para lograr esa verdadera independencia, sostuvo reiteradamente que la dirigencia política estaba obligada ineludiblemente a mantener la unidad en cuanto a la defensa de sus instituciones democráticas y, sobre todo, la soberanía del país en cualquiera de sus manifestaciones en que se viera amenazada. En este sentido, ante la inaudita actitud sostenida por la actual dirigencia política, en cuanto a la ausencia de una verdadera unidad política para enfrentar la profunda crisis política, social y económica imperante en nuestra herida Venezuela, me permito transcribir el artículo “Vigencia de la unidad”, escrito por Alirio Ugarte Pelayo en el diario El Nacional, de fecha 13 de agosto de 1958, el cual tiene una asombrosa vigencia en la actual política de nuestra nación:

“Con la palabra unidad se ha venido jugando en diversos sentidos y todos esos juegos resultan objetivamente criminosos, independientemente de las motivaciones subjetivas de quienes al realizar ese juego se colocan en un plano de aventura. Contra la unidad han estado y estarán los adversarios de la democracia, que piensan con razón en la urgencia de comprobar la tesis corrompida de que el pueblo venezolano es incapaz de entenderse y de gobernarse sin tumultos, sin odios, sin persecuciones, sin violencia. Para tales criterios, el sucederse de conspiraciones, la precipitación de campañas enconadas entre los partidos, la creación de un clima de intolerancia social, la constante determinación de medidas represivas y la creación de un clima de confusión y de inquietud, vienen a ser un regalo al espíritu, un alimento a su resentimiento. Por ese camino esperan precipitar a la Nación en el caos del cual brote la nueva dictadura, si es que no logran que surja esa dictadura para detener el anunciado caos.

Sobre esto creo que todo el mundo está de acuerdo. Pero hay formas distintas  tanto en el orden como en la intención, que le hacen el juego a los propósitos reaccionarios, y para mí la principal de todas es la que se encarna en cualquiera de las formas mediante las cuales se crean o se estimulan actitudes tendientes a romper la convivencia entre los partidos, a quebrantar la tregua política, a crear las condiciones dentro de las cuales se precipite una lucha despiadada entre los núcleos democráticos.

Se comienza por decir que la pugna es condición indispensable para el desarrollo de los partidos. Es claro que ello es así en cierto sentido. Pero no es menos cierto que Venezuela vive ahora una etapa excepcional  que obliga a sacrificios; y tampoco es menos cierto que los principios abstractos que rigen al sistema democrático no son entelequias teóricas sino puntos de orientación para el trabajo histórico concreto, y que es en realidad el único metro para determinar el grado y proporción de la actualización de tales principios.

Actualmente Venezuela confronta una crisis de Estado, una crisis de pueblo. Los factores de esa crisis son de una magnitud tal que ningún partido, ninguna clase, ningún estamento, puede resolverlos solo. Esta evidencia crea las condiciones para sustituir la pugna entre los partidos por una cooperación nacional presidida por un Gobierno de integración. Dentro de esa cooperación cabe la emulación, la lucha sana por el crecimiento de los partidos, las discrepancias tácticas y aun de fondo entre las corrientes, pero todas referidas al interés central del país: crear la nueva República, consagrar los siclos constitucionales, adelantar un programa nacional de salvación de nuestra economía.

Desgraciadamente en todas las colectividades hay personas que por ver los árboles se pierden en los meandros de la selva. Son los sectarios de buena fe, que objetivamente pueden servir de provocadores.

Tan peligrosas perspectivas tienden a agudizarse en la medida en que se acerca el debate electoral.

Creo que es urgente una reunión conjunta de los directorios de todos los partidos para retener los brotes de agresividad. Mientras tanto, puede seguir el proceso de la Mesa Redonda hasta determinar el candidato de la unidad. Pero cualquiera que sea la solución, incluso a la hora de no acordarse sobre un candidato, incluso a la hora de definirse dos coaliciones o de ir cada sector con candidato propio, si es que no llega a realizarse el frente democrático nacional, deben convenirse, publicarse y celosamente cumplirse pautas que aseguren el respeto, la convivencia y la futura cooperación de las fuerzas interesadas en el desarrollo democrático del país.

Lo contrario sería cambiar las leyes del talento por las del azar, y los negros dados de la aventura habrían ganado la partida a los procedimientos sensatos de la común responsabilidad”.

Sirva el presente mensaje, en ocasión del aniversario de la prematura desaparición física del político Alirio Ugarte Pelayo, para motivar una toma de conciencia de toda la dirigencia política del país, ante la profunda crisis de Estado en que nos encontramos, y así, trabajar unidos en la reconstrucción de nuestra Venezuela.

 


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