Hay quienes hablan como si sus palabras les auparan sobre la plataforma que les impulsa, están quienes refrenan su lengua como si esconder sus planes asegura que llegarán a feliz término, y existen quienes sufren sus luchas como si la afonía se constituyera un bálsamo de sanidad. Todos yerran en su corazón, porque los muchos paliques como aguas ahogan, aun llenas de positivismo, cuando no hay transparencia y verdad en las intenciones. El silencio no encubre a nadie, lo que se planea en el secreto de la noche, por parlantes se gritará más adelante en las plazas públicas, como evidencias de acciones, y toda monserga de sufrimientos se notara en semblantes envejecidos o enfermos.

Las tragedias repentinas de grandes magnitudes, entendidas por el número de afectados en dichos eventos, más que por la cualidad de poder agravar un evento sobre otro, suelen hacer un llamado profundo a los corazones para la gestión de ciertas transformaciones. Saber que personas quedaron enterradas vivas, y que grandes extensiones de territorio con paisaje urbano yacen comprometidas, en un evento natural impredecible resulta escalofriante, promueve meditar los esfuerzos y las motivaciones que menean nuestro diario vivir. Una alerta muy humana es ver caer a otro individuo y percibir lo dolorosa de su situación.

Una palabra en particular invade mi semana con gran severidad, asaltando una y otra vez mi psiquis, y sus minutas serán la base de mi intervención, se trata de la acogida subliminal que implica la aclamación. Una característica de momentos peligrosos, es que la gente aclama una injerencia  sobrenatural  e implícitamente se sujeta al reconocimiento de la autoridad y protección del objeto de su aclamación. Quien aclama a Dios se eclipsa tras su poder, quien carece de fe adoptara como objeto de su devoción cualquier otra persona o cosa, y en el peor de los casos, se vanagloriara en algún área de su vida que le permita sentirse autosuficiente o poderoso. Entonces, todos aclaman en sus corazones sea porque lo expongan a raciocinio o no, cada cual esbozará sus alegatos, y llegado el momento su corazón dará voces de honor y gloria.

Frente a tantas realidades que el mundo vive y las malas conductas aprendidas y normalizadas, de las cuales se habla poco, qué nos queda por hacer, más allá de ser seres reflexivos frente a realidades y portavoces de verdades. Mendrugos de nuestras aclamaciones internas se expresan constantemente en las reacciones, pensamientos y acciones que materializamos, pero cómo alimentar la confianza para vivir en la paz que un buen eclipse produce; solo aclamando al que tiene todo el poder, cuyos heraldos son la misericordia y la verdad y en cuya voluntad pueden ser aumentadas nuestras fuerzas. Ese que parece haber tenido un momento con cada embrión, solo para sembrar en sus códigos internos la percepción natural del bien y el mal.

En tiempos donde la muerte y desolación se evidencian confrontando toda fragilidad humana, mi única trompeta autorizada, bajo la sentencia de las letras que me son permitidas, es el grito de aclamación. Aclamo todo honor, en el cielo y en la tierra, que fluye de lo profundo de mi ser únicamente para el Creador, a quien supedito mi existencia, y pido la gracia de poder recitar mis días, solo para vivirlos con sabiduría.

@alelinssey20


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