En nuestro país faltan servicios fundamentales, como el de suministro de agua y el de electricidad. Lo sabemos, porque –sencillamente– los hubo en abundancia y, además, una determinada y también prodigiosa tradición oral impide que las más recientes generaciones sean engatusadas de acuerdo al canon.

Por ello, pudiendo citar infinidades de casos semejantes, esta peor calidad de vida, al menos, no autoriza a probar una absurda postura neutral en las venideras elecciones presidenciales. Ciertamente, una minoría, según los estudios de opinión, existe una tendencia a la neutralidad pueril hábilmente cultivada e inducida por el régimen, pues, a quienes deseen acceder a sus prebendas, les abre la ancha vereda del oportunismo que irremediablemente conduce al precipicio del consabido y monumental fracaso del socialismo del siglo XXI.

Política ni moralmente pueden sentirse conminados a sufragar por el gobierno aquellos que acceden a una precaria y agorgojada bolsa de alimentos, cerrado y escaso el ambulatorio más próximo, y que, faltando poco, desesperan por un empleo digno, extrañando a los más cercanos familiares que la situación –ya de años– obligó a emigrar. Tienen plena consciencia de la realidad que los atenaza cruelmente, a través de la represión que la sincera como nunca antes.

Quizá un antiguo entusiasta, ahora, francamente decepcionado, el conductor de la buseta que lidiaba con el ya injustificado tráfico capitalino, confesó que no votaría por Nicolás Maduro y tenía dudas en hacerlo por Edmundo González, ni siquiera por representar el pasado, conforme a la prédica oficialista, sino porque –palabras más, palabras menos– nos puede entregar al imperio neoliberal del norte; entonces, optaría por un tercer candidato así fuere –dicho textualmente– alacrán. El caluroso recorrido pausado por la lluvia pertinaz y los huecos que ella burlonamente esconde, fue animado por una polémica de la que pacientemente tomó nota el suscrito: la casi y contrapunteante totalidad de los pasajeros de una ruta de la clase media venida a menos, argumentó a favor de Edmundo, confesando algunos que fueron niniístas e, involuntariamente, favorecieron a Maduro y a los colaboradores de una supuesta oposición; la hipoteca más grande que heredaremos será con China y Rusia, y, finalmente, Edmundo tiene la experiencia necesaria para iniciar una transición hacia el mercado y, así, nos emparejaremos con los países del primer mundo al que antes prácticamente le pisábamos los talones (sic).

Podemos afirmar que fue un excelente y gratuito focus groups, en el que, igualmente, destacó una jubilada de tono universitario al recordar que el Diccionario de la corrupción de Ruth Capriles se quedó tan chiquito que cualquiera tendría ahora miedo de publicar algo parecido y mucho más grande, y, es más, tampoco hay agua ni luz para seguir soportando más esta vaina. Finalizando, antes de llegar a nuestra parada, el sonriente chofer expresó que todos los indecisos deben unirse para ganarle a Nicolás con Edmundo, los que están aquí y los que están afuera. Y prosiguieron el bullicioso recorrido, mientras la llovizna desaparecía risueñamente cayendo la tarde.

@luisbarraganj


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