«Creí que te nos ibas a jugar fútbol con la flaca, pero mírate, ahora eres un mega Jesus Christ Superstar resucitado” (GUILLERMO ARRIAGA)

Si acaso llegó a pensar que la vida iba a resultar más sencilla gracias al progreso y la tecnología digital, tengo que advertirle de que esto no es del todo cierto. La invención de internet ha hecho posible disponer de una conexión veloz entre dispositivos electrónicos, portátiles, mínimos y, por supuesto, entre las personas adjuntas a esos aparatos. Por esta razón, la comunicación entre los seres humanos ha dejado de ser un hecho pausado para convertirse en un fenómeno casi instantáneo y ultrarrápido.

Obviamente, la vida no puede ser la misma que era hace años cuando nos tomábamos las cosas con calma, pensábamos despacito y nos dábamos un espacio para reflexionar. Ahora las cosas se viven a toda velocidad, tenemos prisa y nos molesta la lentitud. Entre las ventajas de la Era Digital se encuentra, eso sí, una sensación física de comodidad. Uno se desentiende de esperar turno para comprar dos entradas en el cine. Ya no hay que preocuparse por conseguir habitación en un hotel a 4oo kilómetros de distancia porque las gestiones se han simplificado tanto que un par de teclas en el celular o el portátil nos aseguran la reserva. En fin, multitud de cosas buenas existen al alcance de todos o la mayoría de nosotros: enciclopedias, mapas, diccionarios, textos, correo electrónico, prensa, vídeos, redes sociales, etcétera.

Claro está, que la revolución tecnológica ha traído también cosas malas. La Inteligencia Artificial (que es un oxímoron en sí mismo) facilita la vida en aspectos que, para ser sincero, desconozco. Sé que la IA quiere crear un planeta Tierra gemelo y virtual para utilizarlo como maniquí de pruebas y prevenir males venideros sobre el gemelo bueno. Je je. Parece una buena idea. El caso es que siempre tiene que haber un ‘payaso de las bofetadas’ como aquel al que se refería León Felipe. No se nos escape la idea de que esa ocurrencia de dar vida a un planeta gemelo ha salido de la cabeza de la inteligencia natural de un hombre (o una mujer). Los científicos que tratan estos temas de IA conocen los problemas éticos que conlleva el uso de esta clase de tecnologías. La IA podría sobrepasar límites de privacidad que ninguna persona desea que se franqueen. Piense, por ejemplo, en sistemas de autenticación de identidades. A través de los medios de comunicación la policía alerta a los usuarios de redes y teléfonos de los riesgos de estafa si respondemos con naturalidad a una llamada. ( «No responda ‘sí’ por teléfono: los robos de datos recientes avivan las campañas de fraude masivo». Raúl Simón. El País, 8.6.2024 elpais.com/tecnologia/2024-06-08/no-responda-si/ ).

La IA utiliza, si está dirigida por mala gente, copia y pega nuestra voz y nuestras palabras para realizar operaciones bancarias falsas en nuestro nombre. La IA tiene el poder de suplantar identidades. En el artículo de Raúl Simón se nos habla del peligro de contestar ‘¿sí?’ por teléfono a modo de saludo. Hay que evitar a toda costa el empleo de este adverbio afirmativo en las conversaciones telefónicas con desconocidos. Confieso que yo me había ido acostumbrando a responder de esa manera que debería ir olvidando. A partir de ahora mismo trataré de responder con un «¿diga?» o «¿dígame?». Si queremos evitar el engaño habrá que intentar ser más inteligentes y cautos que los señores y señoras que se esconden detrás de la máquina. Y ya que estamos, creo que no debería haber escrito tampoco la conjunción del condicional del principio de la oración anterior. No podemos vivir con miedo. Es que creo que no podría evitar decir ciertas cosas al teléfono como por ejemplo: ni siquiera, siempre, sincero, siesta, si acaso, etcétera. Esto es un sinvivir. La vida antes parecía más fácil

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«No responda ‘sí’ por teléfono: los robos de datos recientes avivan las campañas de fraude masivo». Raúl Simón. El País, 8.6.2024

elpais.com/tecnologia/2024-06-08/no-responda-si/


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