¿Por qué la congresista Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) se opone ferozmente a que el primer ministro de Israel hable en el Congreso de los Estados Unidos el próximo 24 de julio? ¿Por qué a esta activista neocomunista y a otros justificadores del terrorismo de Hamás, les molesta tanto que Benjamín Netanyahu pueda dirigirse a los legisladores y al pueblo estadounidense?

Sencillo y claro: lo que Ocasio-Cortez quiere es impedir que Netanyahu exponga la verdadera realidad del conflicto entre el pueblo israelí y Hamás, una organizacion terrorista, escondida bajo el falso disfraz del pueblo palestino, que viola los derechos de las personas que viven bajo su dictadura islámica, y que el 7 de octubre cobardemente violó la frontera de Israel para secuestrar y asesinar a sangre fría a cientos de personas desarmadas, la mayoría en un festival “multicultural e inclusivo”, como supuestamente le gusta a AOC.

¿Qué es Hamás? El Partido Comunista Chino, Rusia, Turquía y algunos otros países la tratan como si fuera una organización de resistencia. A esta última simulación se suma AOC, quien tacha de terrorista y criminal de guerra al gobierno democrático de Israel. En cambio, la Unión Europea, la Organización de Estados Americanos, Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Canadá, Australia, Argentina, Paraguay, Costa Rica, Israel y otras naciones consideran a Hamás como lo que es: una organización terrorista.

Pero, claro, la doble moral es un elemento intrínseco del izquierdismo. Además, nunca olvidemos que los socialistas son enemigos de la verdad, pues la verdad te hace libre, y para sostener el socialismo es necesario deponer la libertad. Así que debemos reconocer que AOC está siendo coherente con sus principios socialistas al oponerse a que Netanyahu tenga la libertad de expresarse en el Congreso y cuente la verdad. Una de las misiones cardinales de un socialista es la de impedir ser desenmascarado.

Para intentar disfrazar su furia y su miedo a la verdad, la demócrata por Nueva York ha calificado a Netanyahu como un “criminal de guerra”. Es decir, AOC ha echado mano a una vieja estrategia de los dictadores populistas de izquierda, usada hasta el cansancio por los nazis y por su admirado dictador Fidel Castro, quien con total impunidad y desfachatez argumentaba que la responsabilidad de sus crímenes no la tenía él ni los gendarmes asesinos de su régimen, sino que la culpa de todo la tenía el «imperialismo yanki», como el perverso tirano llamaba a los Estados Unidos.

AOC aprendió bien el truco de virar la tortilla. De ahí que para ella, o al menos es lo que dice, los terroristas no son los miembros de Hamás, los terroristas son el pueblo israelí y su primer ministro. Eso mismo hicieron Adolf Hitler, Joseph Goebbels y Rudolf Hess con los judíos: calificarlos de criminales y enemigos del pueblo para justificar el holocausto, cuando los verdaderos asesinos eran los nazis. La historia se repite. Algo similar a este truco socialistoide han hecho los demócratas en Miami colocando una valla en el express way 826 (conocido como El Palmetto) donde aparecen Fidel Castro y Donald Trump. El malvado objetivo es que los votantes independientes y demócratas (que es a quien está dirigido el cruel y falso mensaje) crean que Trump es un dictador como lo fue Castro. Pero de este truco hablaré en una próxima columna. Ahora sigamos con AOC y su oposición a que se cuente la verdad.

Hace un par de semanas, la joven congresista aseveró que la visita de Netanyahu al Congreso no sería “productiva”. Y para tratar de justificar su posición, manifestó que “no sólo tiene muy poco propósito, sino que creo que es evidentemente improductivo. Creo que es contraproducente ahora mismo que se dirija al Congreso, particularmente mientras seguimos tratando de concretar detalles sobre el alto el fuego (…). Ciertamente no lo apruebo y es posible que no asista”, dijo AOC.

Otros demócratas (antidemocráticos) arguyen, en un coro que no pocos israelíes consideran hipócrita y antisemita, que Netanyahu no debe tener la posibilidad de expresarse en el Congreso porque no ha ordenado el cese al fuego. Por ejemplo, Greg Casar, representante demócrata por Texas, dijo a Fox News hace 15 días que “en lugar de venir aquí, necesitamos que Netanyahu deje de bombardear indiscriminadamente en Gaza y que respete la línea roja del presidente de no continuar con las operaciones militares en Rafah (…). No creo que sea un buen momento para que venga”.

Desde el ataque terrorista que Hamás perpetró contra Israel, antes de que las tropas israelíes respondieran a la invasión a su territorio, la izquierda se opuso a que las víctimas se defendieran, aunque hubiesen cientos de israelíes secuestrados, torturados y asesinados por los terroristas.

El mismo 7 de octubre, la congresista demócrata por Minnesota, Ilhan Omar, escribió en su cuenta personal de X lo siguiente, que aún mantiene como comentario fijo: “Condeno los horribles actos que estamos viendo desarrollarse hoy en Israel contra niños, mujeres, ancianos desarmados que están siendo masacrados y tomados como rehenes por Hamás. Esta violencia sin sentido sólo repetirá el ciclo de ida y vuelta que hemos visto y que no podemos permitir que continúe. Necesitamos pedir una reducción de las tensiones y un alto el fuego. Seguiré abogando por la paz y la justicia en todo Oriente Medio”.

Lo que sucede es que la paz que desea Ilhan Omar, nacida en Somalia y practicante del Islam, miembro de The Squad (El Escuadrón) de AOC: es que Israel no se defienda. Olvida que no todos son tontos en el mundo y que para que haya paz debe existir respeto a la paz y la justifica. No puede haber paz si se permite que un grupo terrorista entre a un estado soberano y, como ella mismo dijo, cometa “horribles actos contra niños, mujeres, ancianos desarmados, masacrados y tomados como rehenes por Hamás”. Los políticos de izquierda son contradictorios, pero no porque tengan dudas o porque desconozca la realidad, sino porque la demagogia al final los traiciona.

Un punto de gravedad en esta batalla política y mediática contra el derecho de Israel a defenderse, tomó un nuevo giro cuando el mes pasado el fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Karim Asad Ahmad Khan, anunció que solicitaría órdenes de arresto contra miembros de Hamás pero también contra altos funcionarios israelíes, incluido Netanyahu. Es decir, que puso en el mismo plano a los terroristas de Hamás que al primer ministro de Israel, un estado democrático que ha actuado en defensa propia luego de haber sido invadido y de estar amenazado de exterminio, “desde el río hasta el mar”, por parte de Hamás y otras bandas criminales que operan en el Medio Oriente, donde, por cierto, la única nación democrática es Israel.

El interés de Hamás no es ayudar al “pueblo palestino”. El sentido de Hamás es la liquidación del Estado de Israel y el exterminio de los judíos, tal como dicta su carta fundacional. ¿Cuál es el objetivo entonces de no brindarle toda la información a la opinión pública y, como si fueran lo mismo, poner en la misma categoría a los terroristas de Hamas y el Estado de Israel? Curiosamente Karim Khan, nacido en Edimburgo, es también practicante del Islam, como Ihlam Omar y Rashida Tlaib, compañeras de AQC en El Escuadrón.

De cualquier modo, parece que Netanyahu finalmente podrá hablar. El presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, y el líder de la mayoría del Senado, el demócrata Chuck Schumer, junto con el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, y el líder demócrata de la Cámara, Hakeem Jeffries, firmaron la carta de invitación a Netanyahu, y han expresado que que la oferta tiene como objetivo «destacar la solidaridad de Estados Unidos con Israel».

AOC y sus colegas neocomunistas no quieren que Estados Unidos escuche a Netanyahu. A la «demócrata» se le olvida que, aunque su anhelo sea imponer un sistema autoritario como el socialismo, este país es todavía una democracia y ella no representa, al menos no debería representar, los intereses de su ideología totalitaria en el Congreso. Su deber moral como legisladora es, o debe ser, representar los intereses del pueblo estadounidense y en especial los de su distrito. ¿Pensara AOC que los estadounidenses, o los judíos de Queens, Nueva York, también quieren impedir que Netanyahu hable en el Congreso como representante del Estado de Israel, donde viven 6 millones de judíos, la misma cantidad que vive en Estados Unidos? Por cierto, 6 millones es también la cifra de judíos masacrados durante el holocausto.

Vale recordar que en 2018, en un evento organizado por Judíos para la Justicia Racial y Económica, celebrado en el Centro Judío de Jackson Heights, AOC dijo que tenía raíces judías. “Una de las cosas que descubrimos sobre nosotros mismos es que hace mucho tiempo, generaciones y generaciones atrás, mi familia estaba formada por judíos sefardíes (…). Lo sabía, lo sentí”, dijo entonces, entre risas, la recién electa congresista. Aunque aún no sabemos si es cierto.

¿Qué estarán pensando hoy esos judíos con los que en 2018 AOC encendió aquellas velas en la noche final de Hannukah? ¿Estarán de acuerdo con las manifestaciones de antisemitismo que hace 6 años eran impensadas y que hoy vemos en universidades y calles de Estados Unidos? ¿Volverían a votar por AOC y por los demócratas que hoy cantan, a coro con Hamás, que la libertad del “pueblo palestino” depende de borrar a Israel del mapa y declarar un Estado Palestino “desde el río hasta el mar”? ¿Valdría la pena preguntarles si, aunque sean un grupo de judíos “progresistas”, están de acuerdo con la desaparición de Israel, que es el objetivo supremo de Hamás y otros terroristas que operan en Gaza y el Medio Oriente, donde el único Estado democrático es el que representa Netanyahu?

AOC ha dicho lo siguiente Netanyahu: “Este hombre no debería dirigirse al Congreso. Es un criminal de guerra”, escribió en X (antes Twitter). “Y ciertamente no respeta la ley estadounidense, que está diseñada explícitamente para evitar que las armas estadounidenses faciliten los abusos contra los derechos humanos. Su invitación debería ser revocada. En primer lugar, nunca debería haberse enviado”.

Quien no debería ocupar una silla en el Congreso es Alexandria Ocasio-Cortez. Lo que sucede es que este es un país democrático, y quiénes han votado inocentemente por esta radical inspiradora del comunismo, lo han hecho porque no acaban de enterarse de que el sueño de ella es imponer en nuestro país el supuesto “socialismo democrático”, que es una contradicción conceptual y un histórico engaño, ya que no hay nada más antidemocrático que el socialismo real, y ha sido precisamente ese sistema el que más asesinatos de Estado ha cometido en el mundo, con un récord de 150 millones de muertos. Y sigue creciendo la lista de crímenes. Solo tenemos que preguntarle a los cubanos, venezolanos, nicaragüenses y otros latinoamericanos que han tenido que salir huyendo de sus casas por la represión y la miseria.

A Alexandria Ocasio-Cortez, neocomunista, izquierdista caviar, no le importan los muertos de las revoluciones socialistas. Al contrario, ese es el modelo sociopolítico y económico que anhela para Estados Unidos.

Sus votantes, no sólo los judíos, sino también cristianos y de otras creencias e incluso los ateos, deberían entender el verdadero motivo por el cual AOC se opone a que la verdad del conflicto entre Hamás e Israel se escuche en la voz de Netanyahu. Es una estrategia malvada y una desvergüenza querer censurar al jefe de un estado democrático como Israel, donde no sólo hay judíos, y sin embargo pretender justificar los crímenes de un grupo terrorista como Hamás, responsable del genocidio del 7 de octubre en Israel y culpable de crímenes de lesa humanidad en Gaza, cometidos contra los propios «palestinos», contra hombres y mujeres (esas mujeres no le importan a AOC), niños y ancianos que no comulgan con el islamismo radical y el terrorismo de Hamás.

Pero que esto se comprenda no le conviene a Alexandria Ocasio-Cortez. Ella siempre evitará enfrentarse a esa terrible realidad. Sabe que el día que cometa el error de hablar de los crímenes y fracasos del socialismo, comenzará a perder electores. Hay mucha gente buena que cree que el socialismo es una linda utopía que no ha podido construirse y desconoce la criminal trampa que hay bajo esa leyenda. Sólo gracias al desconocimiento y la adulteración de la historia es que una comunista puede llegar al Congreso de este gran país, cuyos valores fundacionales ella quiere destruir. Como diría un amigo: “Por favor, no lo olvides en noviembre cuando te toque votar”. Sería aún más lamentable y extremadamente peligroso.


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