Pedro Sánchez y Úrsula von der Leyen / Foto AFP

Una pregunta recorre las mentes de muchas almas cándidas, y no tan cándidas: ¿Cómo es que los poderes europeos no dicen ni mu ante la deriva autocrática de un pájaro de la catadura de Sánchez? ¿Cómo es que líderes como la –falsamente– derechista Von der Leyen coquetean con él con amplísimas sonrisas? ¿Por qué Bruselas les saca presto la tarjeta amarilla a los húngaros en cuanto estornudan, y lo hacía también con los polacos antes del cambio de Ejecutivo, pero pasa de todo ante los desmanes de nuestro gobierno de socialistas y comunistas? La respuesta está ya implícita en la última pregunta: pues porque en Bruselas la ideología dominante y que en la práctica lo impregna todo es la del mal llamado «progresismo». Si un gobernante entona esa melodía, todo va bien. Solo entra en la lista de los sospechosos habituales si se atreve a confrontarla con una propuesta conservadora.

A comienzos de enero del año pasado, el papa Francisco dejó caer una frase muy interesante, a la que no se le prestó la atención debida: «Existe el riesgo de una deriva que asume cada vez más el rostro de un totalitarismo ideológico. Promueve la intolerancia respecto al que no se adhiere a supuestas posiciones de ‘progreso’, que en realidad parecen conducir más bien a un retroceso general de la humanidad, al violar la libertad de pensamiento y de conciencia». Lo clavó. Es así: ‘wokismo’ habemus.

En efecto: caminamos hacia un «totalitarismo ideológico», donde se aspira al triunfo total de una izquierda intransigente, victimista, censora y contraria a lo que son las realidades de la naturaleza desde que el mundo es mundo. Es el ‘wokismo’ izquierdista, autodenominado «progresismo» en su eufemismo más amable. Y lo impregna casi todo. Es la ideología que subyace en los gigantes tecnológicos monopolísticos que nos controlan y se lucran con nuestra intimidad. Es el pensamiento de las plataformas que nos entretienen (no verán jamás una serie en Netflix protagonizada por una familia convencional de padre, madre e hijos, y no digamos ya cristianos y heterosexuales). Es el corpus de la famosa Agenda 2030 de la ONU. Es la forma de ver el mundo del actual gobierno de Estados Unidos –con unas bases del Partido Demócrata cada vez más exaltadas–, es la filosofía de personajes afectos a una ineficaz amoralidad táctica, tipo Macron o Von der Leyen, y es, por supuesto, el cargante catecismo de Sánchez y su gobierno, e incluso lo que respiran algunos jerarcas del actual PP, avergonzados de la ideología que se esgrime en sus estatutos.

Sánchez está blindado en Europa por la capa de lo que el Papa llamaba «el totalitarismo ideológico» de las «supuestas posiciones de progreso». La monserga que canturrea hasta lo plomizo les chifla en Bruselas. Ecologismo de salón y quimérico, mientras los chinos y los indios se inflan a producir barato manchando a saco. Aborto y eutanasia a tope, porque son «derechos» guais y no hay nada más moderno que matar a los más indefensos. Gran bandera feminista (y que no se enteren que has soltado a más de mil violadores, o que contigo se están batiendo en España los registros de mujeres asesinadas), y por supuesto, máximo frenesí arcoíris, porque al parecer ser heterosexual es un atavismo cavernícola que urge superar.

Con toda esa pomada ideológica, más un porte espigado de 1,90, una sonrisa solícita, más falsa que un bolso del Top Manta, y un poco de inglés del que nos pagó papá con vacaciones constantes en el extranjero, porque en casa éramos muy socialistas, pero de bolsillo bien forrado… pues con todo eso ya tenemos a quien en casa se comporta como un autócrata dándose pote por Bruselas y engañando a toda la tropa de mandarines europeos como si fuese el más probo, avanzado, noble y «progresista» de los mandatarios del orbe.

La estafa se hace también extensiva a la mayor parte de la prensa extranjera. Y si perdura se debe en buena medida a que los partidos de nuestra oposición y los medios españoles no han sabido proyectar al mundo la verdadera y peligrosa faz del personaje.

Así que aviados van los que esperen que Europa nos rescate del secuestro de nuestra democracia.

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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