Debo comenzar señalando que soy un gran admirador de Mario Vargas Llosa. He leído, releído y disfrutado gran parte de su amplia creación: novelas, piezas teatrales, estudios, ensayos, memorias y relatos. Su postura frente al caso Padilla, hecho determinante en su decisión de distanciarse de Fidel Castro y su régimen barbárico, fue la gota que derramó el vaso del castrismo. Ello me condujo al distanciamiento radical de la irrealidad revolucionaria que siempre ha sido «La Isla del Encanto». Con su firme posición ante Fidel, Vargas Llosa puso de manifiesto que era un liberal a carta cabal, dejando atrás su anterior postura, la cual -en su momento de extremo ardor- expresó así: «Solo el derrumbe del sistema capitalista y de la burguesía corrupta podría romper los círculos viciosos que impedían el avance del Perú hacia la modernidad».

La primera edición de su libro de ensayos (Sables y Utopías. Visiones de América Latina) fue publicada en 2009; hoy su vigencia sigue en pie. Uno de sus cortos textos, titulado «La otra cara del Paraíso», es suficiente para ratificar lo antes señalado. En el primer párrafo del mismo, Don Mario suelta el siguiente trueno:

En su ensayo sobre Gandhi, George Orwell ridiculizaba el pacifismo explicando que el método practicado por aquél para lograr la independencia de la India sólo pudo tener éxito contra un país como Gran Bretaña, al que la legalidad democrática obligaba a actuar dentro de ciertos límites. ¿Hubiera sido exitosa contra un Hitler o un Stalin, a los que nada impedía cometer genocidios? Poner la otra mejilla puede tener un alto significado, pero carece totalmente de eficacia frente a regímenes autoritarios. Hay circunstancias en que la única manera de defender la libertad, la dignidad humana o la supervivencia es oponiendo la violencia a la violencia.    

Lo anterior pone de manifiesto que la salida de la dictadura madurista no es, como se dice por allí, «soplar y hacer botellas». En efecto, estamos ante un régimen dispuesto a cometer todas las tropelías a su alcance para mantenerse en el poder. Sin embargo, lo anterior no puede ser tomado como un hecho que no tiene marcha atrás. Como muy bien lo destaca Joan Manuel Serrat en su memorable canción: «todo pasa y todo queda…». Es una realidad, cada día trae de la mano al que le sustituirá.

Así pues, aunque tengamos el agua al cuello, los venezolanos demócratas no podemos cesar en nuestra lucha; avanzando también a cuentagotas se puede alcanzar la añorada meta: salir de esta desastrosa dictadura que ya no da pie con bola. Nunca debemos perder nuestra fe ni los objetivos que nos hemos fijado. En su libro Mito y razón, una recopilación de varios de los textos más relevantes de Hans-Georg Gadamer (1900-2002), leemos lo siguiente:

El mito se convierte en portador de una verdad propia, inalcanzable para la explicación racional del mundo. En vez de ser ridiculizado como mentira de curas o como cuento de viejas, el mito tiene, en relación con la verdad, el valor de ser la voz de un tiempo originario más sabio. En efecto, el Romanticismo ha sido el que, con esta revalorización del mito, ha abierto todo un amplio campo de nuevas investigaciones. 

Según el mismo Gadamer, Nietzsche dio un paso de avance al ver en el mito la condición vital de cualquier cultura. Su razonamiento fue más que obvio: una cultura sólo puede florecer en un horizonte rodeado de mitos. Estamos pues ante una temática que no se agota en lo acá señalado. Ella es solo un abreboca.

@EddyReyesT


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