Esta semana nuevamente hemos visto un ataque sistemático a la Policía Nacional del Perú debido a la polvareda mediática que causó la vinculación de altos mandos policiales con el sujeto llamado “El español”, quien hasta el momento revela ser un oportunista con poder gracias a su relación de amistad con Fray Vásquez, el inefable sobrino del expresidente Pedro Castillo. Hoy sabemos también que el ex ministro del interior, Dimitri Senmache, capituló ante esta sarta de ignorantes para cederles poder. Dimitri es uno más que va directamente al basurero de la historia.

Se debe hacer una rápida investigación a los policías involucrados, dándoles sanción ejemplar si fueran responsables; sin embargo, esto no debe ser pretexto para instigar el odio contra la institución policial, pese a que esta ha defendido la democracia tomando la decisión de capturar al golpista Pedro Castillo, resistiendo con valentía el ataque de las hordas comunistas que querían provocar una “guerra civil”. ¿Tan rápido estamos olvidando? Tarde o temprano, pese a todo, la Policía Nacional estará allí donde surja el peligro o clame el dolor, o donde el país lo vuelva a requerir, no lo duden.

Como era previsible, no faltaron los “diagnosticólicos” de la progresía, quienes en bloque, cual buitres políticos, no perdieron la oportunidad de plantear reingenierías, reformas y otras, pese haber sido un fracaso absoluto en su paso por el Mininter. Los “expertos” en el descabezamiento permanente, irracional y contraproducente de la Policía Nacional, cuyos efectos hoy vivimos, pretenden ahora dar consejos al gobierno, pero con el único propósito de volverse a ceñir su soñado fajín ministerial e imponer su agenda ideológica y política para relativizar a la policía. Todas se la saben.

Sin embargo, tenemos que decir también que son 140 mil efectivos policiales que día a día sostienen la seguridad de nuestro país. La falta de una estrategia operativa clara basada en la inteligencia operativa para el crimen menor y de una fuerte inversión en esta, puede ser la clave inicial para frenar el avance criminal. Por ahora el uso de las fuerzas en mitigar el incremento de la conflictividad social, el crecimiento del crimen transnacional, así como la falta de recursos económicos y logísticos, son las causas que contribuyen en el incremento de la sensación y percepción de inseguridad.

Por otro lado, el Congreso de la República ha cometido un grueso error, dando una norma que contribuye a legalizar un peldaño más en la estrategia comunista de manejo y control de las masas (encuadramientos), aprobando el uso de armas no letales para los serenazgos. Parece que estamos olvidando que Pedro Castillo trató de tomar el control de las fuerzas del orden, usando las rondas campesinas, organizando licenciados de las FFAA, liberando a Antauro Humala, controlando algunos comités de autodefensa (CADS) y designando de un “ejército” de prefectos y subprefectos vinculados y manejados por Sendero Luminoso en su modo “Movadef”. No contribuyamos con sus planes.

Las “reformas” (reingeniería policial) y contrarreformas (serenos con armas no letales) podrían incrementar la inseguridad si tenemos una policía relativizada y maniatada, o el serenazgo podría ser el “brazo armado” de organizaciones criminales.

El verdadero desafío contra el flagelo de la inseguridad es la lucha encarnizada contra la impunidad en el circuito de la justicia. La cárcel efectiva para delincuentes y autoridades corruptas es el paso inicial, seguro y eficaz para hacer retroceder el crimen, así como también, el respeto, apoyo y reconocimiento a la institución policial, que son la base para emprenderlas. Sigamos adelante. Sí se puede.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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