Los equipos de rescate trabajan entre las ruinas de un edificio de Járkov bombardeado por los rusos / Foto EFE

Las operaciones en el teatro ucraniano, aunque languidecen, no están finiquitadas. En los combates a lo largo del frente (Kupiansk, Svatove, Avdivka y Vesele, entre otros), ninguna de las dos facciones se empeña en acciones decisivas. Como Ucrania depende de la ayuda exterior para casi todo y tanto Estados Unidos como la UE tienen cerrados, de momento, los grifos de su ayuda, las tropas ucranianas permanecen a la defensiva en todo el territorio. En tal escenario, Zelenski se prodiga pasando el platillo tratando de evitar que el conflicto se esfume del pesado macuto de las preocupaciones internacionales. Para eso fue a Davos y, seguramente, también se descolgará en la Conferencia de Múnich sobre Política de Seguridad, reputado foro de alto nivel para la discusión de asuntos de política internacional, seguridad y defensa, a celebrar del 16 al 18 de febrero próximo.

A la desesperada, el líder ucraniano intenta alargar su planeo esperando un cambio favorable de la situación internacional. Está inmerso en un ambiente extremadamente complejo y hostil: va perdiendo la guerra; los donantes están fatigados; la corrupción en su país campa por sus respetos; los desacuerdos con la cúpula militar son inocultables; y, sobre todo, está la aparición de otros conflictos internacionales (Oriente Próximo), que aparecen como más perentorios y expansivos. El testigo de gran valedor de Ucrania lo ha recogido el Reino Unido cuyo primer ministro, Rishi Sunak, hace once días visitó Kiev para incentivar a Zelenski en la continuación de la guerra, comprometiendo un paquete de 3.000 millones de euros en armamento, municiones y material militar diverso. Algo similar a lo que hizo Boris Johnson, a comienzos de 2022, empujándole hacia la guerra. Nada inédito, por otra parte, en la inveterada y turbia praxis británica respecto a los problemas continentales.

La iniciativa bélica del líder ucraniano se limita a acciones puntuales y dispersas que, aunque de escaso volumen y valor operativo, son inmediatamente magnificadas por ciertos terminales mediáticos, que proyectan una pretendidamente sólida imagen de capacidades de las que, en realidad, Ucrania carece. Últimos ejemplos de ello serían el bombardeo con misiles, el 26 de diciembre, contra la base naval de Feodosia (Crimea) dañando al buque anfibio Novocherkassk, o el dron que, el domingo pasado, provocó un incendio en el gran complejo industrial de Ust-Luga (San Petersburgo) dedicado a la exportación de gas y derivados del petróleo. En esa búsqueda permanente de ganar tiempo, Zelenski, actualmente, se está esmerando en enganchar a los donantes en una llamada Cumbre de Paz Global, a celebrar en Suiza en el próximo otoño.

Artículo publicado en el diario ABC de España


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