Armando Rojas Guardia / Archivo

Por FEDERICO PACANINS

Escuchamos a John Coltrane

(en compañía del poeta Armando Rojas Guardia)

por Federico Pacanins

 

Lento cavernoso

sonriente cordial

llega el poeta a la grabación

 

Lo reciben colegas y amigos

Palmadas alientan su entrega

a los audífonos al micrófono

 

Tres papeles caligrafiados

precisan (enorme letra de molde)

al místico jazzista que lo inspira:

 

«Escucho a John Coltrane pensando

que cierto jazz limita con la muerte

y lo que ella oraculiza.

Sus acordes, ontológicos, jadean el sentido

del cuerpo que lo oye viviéndose rítmica

dulzura urgente, melodía visceral, disonancia

en vértigo, lúcido fraseo coagulado,

dinámica espiral donde lo armónico

asciende bajo la forma de orgiástica estructura…»

 

El verbo va calando

evoca un mágico jazz

que resuena místico

agraciado y verbal:

 

«El sentido del cuerpo: metafísica ecuación

cuya incógnita el jazz sabe resolver

a través de su propia álgebra caliente,

superior matemática de elemental sonido

numerado en cadencias que lo elevan

a una complejidad enigmática

ante todo física, sensible: descifrar

este sonoro enigma estético

soluciona el de mi carne: porosa

masa orgánica devolviéndose, por él,

a su duración atónita, a sus latidos esenciales

al paroxismo que anhela ocultamente

y a la terquedad de su dicha encarada al sufrimiento,

la que suena, redentora, en ese tono

álgido, purísimo del saxo, soplado

por un aire capaz de inventar celebraciones».

 

No hay Coltrane no hay saxo

pero sí lo hay

 

Está el sonoro ritual

de su música en la voz del poeta

que no ceja en su trance:

 

«El sentido del cuerpo: el jazz lo sabe

porque frasea el idioma corporal.

Cadenciándolo, cifra tal sentido, lo atesora

en sus abstracciones auditivas, las cuales

—esto es milagro sutil, prodigio lato—

no por ser abstractas dejan de ser carne,

dialecto sensorial de su materia y para ella».

 

Impresión sensible, «beat»

Grabación que procura secuencia

vínculo de jazzófilos encendidos que

desde entonces nos dimos la mano:

 

«Esta noche, escuchando a John,

el más profundo para-qué del cuerpo

se me confiesa, íntegro, durante la afilada hora

adonde entro a la búsqueda de tantos sudorosos

acordes gozándome y también agonizándome,

hallando en mi intensa vibración corpórea,

eco preciso de esos difíciles acordes,

aquel deseo que ha olvidado ya como se llama

pero cuyo objeto desovilla la compleja exactitud

del saxo: deseo recibido por la muerte

como la carnal demanda a transmitir

a esa adivina sin máscara, desnuda:

su nombre es cuerpo resurrecto

y contiene la promesa de un día no existirse momentáneo

sino a la misma eterna altura del espíritu.

Este es el sentido que el jazz identifica

abstrayéndolo de mis entrañas al vivir

dentro de ellas el deseo y la promesa».

 

Bienvenido fuiste y serás, poeta

 

Cuartas noches de la emisora de jazz

transmitieron tu recitativo

y lo proyectaron a futuro

 

Una performance «beat» caraqueña

poética Coltraneana despedida

bien te dejó hacernos saber:

 

«que cierto jazz limita con la muerte

y lo que ella oraculiza».

 

Amén por ti

y por Coltrane

 

Seguros en el cielo


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