Apóyanos

El camino al infierno siempre ha estado pavimentado de “buenas intenciones”

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Por GUILLERMO RODRÍGUEZ GONZÁLEZ

De la misma manera que el gobernante democrático que se dispone a planificar la vida económica tendrá pronto que enfrentarse con la alternativa de asumir poderes dictatoriales o abandonar sus planes, así el dictador totalitario pronto tendrá que elegir entre prescindir de la moral ordinaria o fracasar. Esta es la razón de que los faltos de escrúpulos y los aventureros tengan más probabilidades de éxito en una sociedad que tiende hacia el totalitarismo.

Friedrich A. Hayek

Han pasado ochenta años desde la publicación del libro Camino de servidumbre de Friedrich A. Hayek, dedicado por el autor a «los socialistas de todos los partidos». Fue un libro escrito para el público británico, pero se transformó en best-seller en los Estados Unidos y eso cambió el curso de la vida del autor, que sin saberlo ni esperarlo, había escrito uno de los libros más influyentes de la historia. Hayek conoció, con Camino de servidumbre, una celebridad que nunca disfrutó y una campaña de intensa propaganda adversa por la totalidad de la izquierda, apoyada por esos “socialistas de todos los partidos” a los que había dedicado la obra.

Su libro fue publicado en una edición condensada por Reader’s Digest y así llegó en 1945 a 600.000 lectores. Fue incluso resumido en cortos animados para el cine. Todo ello imprevisto y sorprendente para Hayek, que se limitó a presentar, en un lenguaje accesible, sus intuiciones sobre la peligrosa deriva de las ideas en la civilización occidental de su tiempo. Y si hoy Camino de servidumbre es de absoluta actualidad política, económica y cultural es por la actualidad de ese extraordinario conjunto de intuiciones con las que denunció la deriva social y política que llevó a Occidente a una guerra fratricida. Frente a eso, proponía Hayek, retomar el camino abandonado del liberalismo y la economía de mercado, que habían creado una prosperidad y seguridad nunca antes conocida en toda la historia humana, en todas y cada una de las naciones en que imperaron, incluso de forma incompleta.

Lo que Hayek explicaba era que la sociedad de 1944 era el resultado lógicamente necesario del tiempo en que Europa abandonó las bases de su civilización y su cultura común de libertad e individualismo político. Hayek advertía que lo que occidente había sustituido era el orden espontáneo descentralizado y evolutivo del mercado por la planificación central, en una deriva hacia el colectivismo. Que el colectivismo no puede implementarse sin recurrir al totalitarismo. Y que la planificación central y el colectivismo hunden a las sociedades en que imperan en la miseria material y moral.

Hayek destacaba la manipulación del concepto mismo de libertad, denunciando a los “apóstoles de la nueva libertad”, la “libertad real” de la igualdad material, que lo que realmente hace es limitar la capacidad de elección al imponer medidas intervencionistas para la distribución de la riqueza. Pero la gran intuición de Hayek era que la causa primaría del cambio de valores era el paradójico rechazo de las nuevas generaciones hacia la libertad, debido a que gracias al gran bienestar del que gozaron, comenzaron a anhelar otros ideales y olvidaron qué había sido y seguía siendo esa libertad que rechazaban la condición sine qua non de la prosperidad que disfrutaron.

Hayek les decía a sus lectores que la promesas del socialismo, en cualesquiera de sus versiones, democráticas o totalitarias, eran materialmente imposibles de cumplir, que el igualitarismo y la planificación central no producían riqueza y libertad, sino miseria, dependencia y autoritarismo, y que la promesa traer a la paz los métodos centralizados de la gestión económica de la guerra únicamente traería el racionamiento y las severas privaciones a las que las poblaciones se sometieron patrióticamente durante la guerra, pero esta vez sin final y sin propósito, salvo que se admitiera que el propósito era la concentración de todo el poder en manos de los planificadores a costa del empobrecimiento y la servidumbre del resto.

Así advertía Hayek la trampa tras las aparentemente buenas intenciones de políticos e intelectuales socialistas y los aparentemente nobles objetivos del socialismo, a los que toda una generación se había apegado emocionalmente, negándose a ver la realidad de la miseria y el totalitarismo socialista, negándose a ver que no importaba si el camino se iniciaba por medio de una revolución violenta, como había sido el caso  del totalitarismo soviético en Rusia, o por medios democráticos como había sido el caso de totalitarismo nacionalsocialista en Alemania, el socialismo no podía adelantarse sino por medios autoritarios que finamente obligaban a optar entre renunciar al socialismo y sus “nobles objetivos” o renunciar a la democracia y la libertad para imponer un totalitarismo que tampoco alcanzaría esos “nobles objetivos”. Explicaba Hayek a sus lectores que, del socialismo y sus hermosas promesas, únicamente podían esperar miseria material y moral, junto al riesgo de un creciente autoritarismo que, superado cierto punto, llegaría al totalitarismo a menos que reaccionaran, salieran del camino de servidumbre y retomaran el camino de la libertad.

Hayek también explicó en Camino de servidumbre que si bien la justicia clásica era ciega para «dar a cada uno lo suyo» la planificación central era todo lo contrario, era quitar a unos y dar a otros arbitrariamente, según la voluntad y preferencias del planificador, para denominar a eso “justicia social”.  Y advirtió que en el colectivismo siempre serán los moralmente peores los que obtendrán el poder, porque en la medida en que el planificador central deba aunar las voluntades individuales para hacer cumplir su plan, recurrirá necesariamente a la represión y la propaganda para manipular a las masas, con lo que la verdad será siempre la primera víctima del socialismo.

Hayek ampliará sus investigaciones, defenderá sus intuiciones y desmontará las críticas a Camino de servidumbre durante el resto de su vida, en sus obras académicas más profundas que lo hicieron uno de los teóricos políticos más importantes del siglo XX, al tiempo que uno de los grandes economistas de su tiempo, Nobel de Economía en 1974. Y Hayek viviría para ver la caída del Muro de Berlín, el colapso del poder soviético, el desmontaje del socialismo laborista en su amado Reino Unido y el crecimiento de sus ideas en un mundo de avances y retrocesos en la batalla cultural y política entre la libertad y la servidumbre. Una batalla que sigue en curso hoy, por lo que Camino de servidumbre, que era un texto de estricta y urgente actualidad en 1945, sigue siendo un texto de estricta y urgente actualidad hoy.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional