Por XENIA GUERRA

El infinito en un Junco de Irene Vallejo es un libro irreverente en un contexto donde conocer y reconocer la tradición se ha convertido en un acto prescindible que incluso puede silenciarse. El atrevimiento de la autora es invitar a leer sobre el origen de los libros en el siglo XXI, un tiempo que parece más veloz que los anteriores, y donde muchos evitan la lectura en la premura por hacer otras cosas, incluso por ser escritores.

Irene Vallejo ha escrito un libro que muchos querían leer, es la demanda original de toda irreverencia. El éxito es un término confuso, pero en la gran mayoría tiene aceptación como un concepto de triunfo financiero, muchas veces sin importar la relación del fin con los medios para alcanzarlo. El infinito en un Junco aparece en listas de Best Sellers, libros cuya tipología en el mundo de la academia y del arte son denostados por contener nada más que la cualidad de éxito de ventas. Pero la primera conquista de Irene Vallejo al escribir sobre la invención del libro en el mundo antiguo está en haber leído la tradición, la segunda en transmitirla usando el español y la tercera en ser una mujer que, reconociendo su lugar en esa tradición, la transforma exhibiendo en su ensayo el modo en que ha “perdido el tiempo” leyendo, traduciendo, imaginando, pensando, escribiendo para demostrar que en la escritura está la prueba de la lectura.

Siglo tras siglo, seguimos ovillando y devanando las leyendas que los griegos nos contaron en forma de caleidoscopio ambiguo. En el Ulises de Joyce, la cantante Molly Bloom, una peculiar y deslenguada Penélope, expone su versión del mito en una larga frase sin puntuación, que no se cuenta por líneas sino por páginas (…). La última palabra le corresponde a ella. Y es la palabra “Sí”. Penélope puede desplegar al fin un erotismo rotundo, afirmativo. “… primero le rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí para que él pudiera oler mis pechos todos perfume sí y el corazón le corría como loco y sí dije sí quiero Sí”.

La singularidad del ensayo de la autora está en la descripción de los contextos antiguos en relación con el contemporáneo. Para fundamentar sus afirmaciones, abunda la acción que exhibe un pasado reclamando su presente. Es un ensayo narrativo, es un libro de historias sobre el libro. Con ellas se supera la posibilidad de la anécdota porque la lectura se convierte en una dialéctica de imágenes entre el pasado y el presente.

En una entrevista Jorge Luis Borges dijo que para escribir literatura había que leer libros sobre conocimiento, los contenidos de información, las enciclopedias. Porque para un buen escritor, lo importante era conocer el funcionamiento de las cosas, del mundo, de los pequeños universos donde un narrador con su talento, o no, pondría la acción de su propia historia. Los datos narrativos de Irene Vallejo son una buena influencia para la imaginación de quien puede confrontar y pensar el mundo desde la escritura.

Cada vez que mordisqueamos la punta de un bolígrafo o de un lápiz, concentrados, con la mirada perdida, estamos perpetuando, sin ser conscientes, un repertorio de gestos tan antiguos como la escritura.

En esa narratividad de El infinito en un Junco de Irene Vallejo hay una cadencia poética. La musicalidad que despierta la potencia de la memoria. La contemporaneidad le da forma al contenido de lo antiguo. En esa tensión temporal, la autora desplaza el monopolio de la novedad acercándonos, en español, a otros tiempos que son otras lenguas.

*El infinito en un junto. La invención de los libros en el mundo antiguo. Irene Vallejo. Ediciones Siruela. España, 2019.


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